El desafío independentista

¡Que llega la ultraderecha!

Los informativos de la cadena pública llevan ya días intentando apilar ladrillos dialécticos para construir un relato interesado de lo que pasa en Cataluña

El programa «Está pasando» analizaba anoche los carteles electorales
El programa «Está pasando» analizaba anoche los carteles electoraleslarazon

Los informativos de la cadena pública llevan ya días intentando apilar ladrillos dialécticos para construir un relato interesado de lo que pasa en Cataluña.

Resulta difícil señalar cuándo empezó la campaña de las autonómicas en TV3: lleva tantos años de campaña permanente en pro del catalanismo (prácticamente desde los tiempos de Pujol) que señalar un momento inicial, un pistoletazo de salida, es una labor harto incierta.

De una manera estrictamente formal debía empezar hoy pero, como siempre, los informativos de la cadena pública regional llevan ya días intentando apilar ladrillos dialécticos para construir un relato interesado de lo que pasa en Cataluña. Un relato destinado a justificar los movimientos electorales del nacionalismo, por extravagante, irreal y delirante que sea su explicación.

Durante todo el fin de semana, por ejemplo, las palabras que más veces se han repetido en los informativos autonómicos han sido «ultraderecha» y «presos políticos». Poco importa al rigor de sus noticiarios el hecho de que organismos tan imparciales como Amnistía Internacional o la Asociación Catalana de Presos Políticos del Franquismo hayan dicho que los dirigentes catalanes en prisión preventiva no son presos políticos, que están procesados por sus actos y no por sus ideas. Tampoco desean contemplar el hecho innegable de que la presencia real de la ultraderecha en nuestras vidas es actualmente insignificante. Las palabras clave durante este fin de semana han sido «ultraderecha» y «presos políticos» y debían repetirlas hasta la saciedad para ver si así convencían a algún despistado (que sólo deseara reforzar sus prejuicios) de que algo inexistente tenía entidad real. El objetivo estaba claro: dar a entender de una manera no explícita que sobre Cataluña está cayendo una sombra siniestra de ultraderecha. Luego, cuando por proximidad en los noticiarios se mencione la expresión «artículo 155», cerca de las palabras «ultraderecha» y «presos políticos», la operación se habrá completado. Se trata de hacer creer a la población que cualquiera que piense que el artículo 155 es un mecanismo jurídico perfectamente democrático (que nos defiende de abusos caciquiles y que está presente en la legislación de todas las democracias avanzadas europeas) debe ser considerado fascista. Lo de siempre aquí: llamar fachas a todo quisqui que no piense como ellos.

En cierto modo, hay una ingenuidad casi enternecedora en la falta de sagacidad de los informativos regionales. Nos muestran las cartas de la autojustificación, el relato que va a usar durante toda la campaña el separatismo fracasado con el fin de intentar asegurarse el voto de sus decepcionados fieles. Sus características principales son la torpeza y la grosería, algo que podría provocar la tentación de subestimarlos, pero la labor de confusión y sectarismo drástico que proyectan sobre la población es muy perjudicial y deberíamos ser conscientes de ello.

Sobre TV3 planeó además, por un momento, la aplicación del 155 y muchos trabajadores de la emisora son funcionarios; con lo que cualquier desacato pondría en peligro su nómina. Ése fue el gran proyecto de Pujol: crear una emisora de funcionarios esencialistas. Educarlos también en una mítica de resistencia que le garantizara que remarían a su favor, incluso sota mano, hasta en circunstancias adversas. Pero ahora ha resultado que no es tan fácil hacerlo bajo la luz pública. El proselitismo, la aburrida obsesión persecutoria, se paga en audiencia y en perdida de autoridad moral; lógicamente, el 155 es su principal enemigo. Pero eso es una aflicción estrictamente personal suya que no tenemos por qué pagar todos los catalanes.