Debate
Sánchez elige el radicalismo y la crispación para tapar la amnistía y sus pactos
La investidura anuncia una legislatura frentista y sin más programa de gobierno que el chantaje independentista y el gasto social
El debate de investidura es la crónica de la legislatura que se viene. División, insulto, Gobierno sometido al chantaje independentista, y con Vox tensando la cuerda por la derecha para echar más leña al fuego en el que se calienta Pedro Sánchez. El candidato socialista no pudo presentar a la Cámara un programa de gobierno, más allá de un conjunto de medidas generales y de carácter social, que suenan bien a los oídos de la calle, pero que no cuadran con los compromisos de reducción del déficit que exigirán las nuevas reglas fiscales de la UE.
España entra en terreno no conocido. Con un presidente del Gobierno al que fiscalizarán unos árbitros internacionales en sus pactos con el independentismo; con la implementación de la amnistía y de los acuerdos pactados con Carles Puigdemont y Oriol Junqueras como eje central de su acción política, y ubicado en un clima de división social, política, institucional y judicial sin precedentes. Sánchez no fue ayer al Congreso a rebajar la tensión, sino a echar más gasolina porque la polarización y el eslogan de la extrema derecha es el pegamento que une a sus socios y que justifica todas sus concesiones.
El líder socialista pasará a la historia por ser el primer presidente del Gobierno que no representa a la lista más votada en las elecciones generales, y ayer tenía el reto de hacer un discurso para todos los españoles, pero optó por abonar el frentismo, la división de la Cámara y de los ciudadanos. Con un discurso sin altura de miras, mal hilvanado, y en el que todo llevaba a señalar a la oposición. No hubo explicación del alcance de sus acuerdos de investidura ni del alcance de la amnistía, y todo lo llevó al terreno del insulto y la bronca con el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, con exageraciones y construcciones fake en su obsesión por identificar al PP con Vox.
La sesión de ayer se registrará en la memoria parlamentaria como ejemplo de política de barrizal, con la presidenta del Congreso, Francina Armengol, dejando ver su arbitrariedad; con Vox con comparaciones de Sánchez con Hitler fuera de lugar y abandonando el Hemiciclo para echarse a la calle: y con Feijóo obligado a confrontar con el estilo faltón, y hasta chulesco, en algunos momentos, del líder socialista. Santiago Abascal se fue a la protesta en la calle dejando la amenaza al PP de romper sus gobiernos autonómicos si no frena la amnistía en el Senado, en una hipérbole que no tiene salida parlamentaria aunque facilite el titular mediático. A lo más, el PP puede retrasar la aprobación de la ley de amnistía en la Cámara Alta, y ya ha impulsado una reforma del Reglamento en esa dirección haciendo uso de su mayoría absoluta. Pero lo que Abascal proponer es instar la ilegalización de ERC y Junts, para lo que ha presentado una moción en el Senado, que, al margen de su desarrollo parlamentario, no tendría marco para prosperar judicialmente.
Sánchez no hizo ayer un discurso institucional, pese a la trascendencia del debate, y perdió la ocasión de mostrar algo de grandeza y de explicarse ante todos los españoles. Pero ni esto fue suficiente para agradar a los representantes de Puigdemont, que entrada la tarde empezaron a filtrar su malestar con el PSOE y las llamadas de presión que estaban haciendo a Moncloa porque no estaban contentos con el discurso de Sánchez.
Ésta es el mal con el que tendrá que convivir el todavía candidato en su nueva legislatura como presidente del Gobierno. Por un lado, la presión soberanista apretándole en el cuello; en otro flanco, la ruptura de Sumar, con Podemos ya hollando el camino de romper la disciplina de voto; y, además, con PNV y Junts haciendo pinza en clave económica contra Yolanda Díaz y contra ERC.
La tensión y la dureza de la sesión parlamentaria acota también el espacio que le queda a Sánchez para gobernar. La ruptura con el PP es total e irreversible, hasta el punto de que Feijóo le llegó a advertir de que cuando le fallen los independentistas, no acuda a él, porque no estará para ayudarle. De hecho, en la dirección popular están sometiendo a debate el perfil para su portavocía parlamentaria precisamente porque toman como referencia la necesidad de buscar un interlocutor que les facilite llegar a acuerdo con PNV y Junts en materia económica, una vez que se ponga en marcha la legislatura. Con la Cámara dividida en dos mitades, ayer el muro de división sólo se hizo más grande.
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