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Opinión

Sánchez y "los justos fariseos"

Grupo tan selecto no puede ser controlado por el Legislativo, que no alcanza a su grandeza moral, ni por el Judicial, que se desvía hacia el mal

El ministro para la Transformación Digital, Óscar López y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez Enrique CidonchaLa Razón

La expresión «los justos fariseos» se refiere a la forma en la que se veían a sí mismos los pertenecientes a una poderosa corriente dentro del judaísmo durante el periodo del Segundo Templo. Se caracterizaban por considerarse moralmente superiores, despreciaban a quienes no interpretaban la Ley de Moisés como ellos y aparentaban santidad, aunque lo que practicaban en su vida diaria era radicalmente distinto de lo que enseñaban.

Los justos fariseos no se han extinguido, los vemos en muchos aspectos de la vida y, de un tiempo a esta parte, han proliferado en la política. En España también, Pedro Sánchez y un reducido grupo hacen gala de autosuficiencia moral, guardianes de las esencias socialistas, otorgan marchamo de izquierdas a algunos, generalmente a quienes se someten incondicionalmente a sus intereses y son insultados y rechazados por traidores quienes discrepan o, sin llegar a hacerlo, adivinan su desacuerdo.

Es un grupo que se sabe ungido de la autoridad divina que les ilumina y les da su grandeza. ¿Quién mejor que ellos para declarar la inocencia o la culpabilidad de quienes son investigados por la guardia civil o tienen abiertos procesos de instrucción en los juzgados? Dada su mente preclara, está de su lado la razón cuando critican dichas investigaciones y a los agentes que las han llevado a cabo. Un grupo tan selecto no puede ser controlado por el poder legislativo, que no alcanza a su grandeza moral y, desde luego, tampoco por el judicial que, por estar tan alejados de la divinidad, tienden a desviarse hacia el lado del mal. Es tal su superioridad moral que no pueden convocar elecciones porque la sociedad española podría cometer la equivocación de votar a la derecha. Menos mal que ellos están aquí para velar y proteger de sí mismo a este pueblo tan imperfecto.

Además, cómo dejar que llegue al poder alguien que tiene gammacismo, es decir, un problema de pronunciación de la letra g por lo que no puede pronunciar genocidio. Sánchez ha intentado ser comprensivo, pero hay cosas que no pueden admitirse, bastante ha tenido con no enzarzarse con la Casa Real que tampoco mete la dichosa palabra en los discursos. Es normal que pierda la paciencia y se enfade el líder porque, mientras él está haciendo historia en la Asamblea General de Naciones, algunos órganos, carentes de santidad alguna, se enredan en procesar a su hermano y a su esposa por no sé qué asuntos de prevaricación y malversación y alguna tontería más.

¿Cómo es posible tan poca lucidez como para no ver que, digan lo que digan los indicios, no deben ser juzgados? Sánchez lo dejó bien claro desde Nueva York, ambos son inocentes y seguir con el proceso judicial solo puede ser por falta de formación jurídica o por maldad. Esos jueces no son casos aislados, parece ser que, en el caso de su hermano, también carece de suficiente agudeza interpretativa la Audiencia Provincial de Badajoz, que ratificó la decisión de procesarle y, en el caso de la esposa, también la Audiencia Provincial de Madrid vislumbró indicios de delito de malversación. Sin duda este país no puede abandonarse en manos de los españoles, ¡cómo para dejar la eventual decisión de un juicio a un jurado! Sánchez sabe mejor que nadie que es lo mejor para todos, le duele que no se entiendan sus decisiones a la primera y llega a desesperarse cuando tampoco pasa a la segunda. Ya estuvo una vez a punto de dejarlo todo, pero, después de cinco días reflexionando sobre ello, se dio cuenta de que España le necesita y, en un esfuerzo de generosidad, decidió seguir sacrificándose. Solo un cerebro obtuso puede criticar que cambie de posición habitualmente. Le tachan de mentiroso en esa moda de fabricar mentiras contra él, y llamarlas noticias, porque no entienden que rectificar es de sabios y de personas humildes, como él, que es tanto lo uno como lo otro.

Los españoles se creen todo. Por ejemplo, que el CIS está manipulado por Tezanos y sus resultados son los que le interesan a él. Qué pobre gente, no alcanza a entender que el instituto hace la mejor de las predicciones porque no se basa en técnicas demoscópicas sino en las iluminaciones que tiene Sánchez en su sabiduría infinita. Él sabe lo que va a pasar en las urnas y se lo cuenta a Tezanos, que es de pata negra y no duda ni un ápice de la palabra del líder, que se encarga de lo demás. Otra cosa son los jueces que no entienden que Sánchez, el más justo de los fariseos, ha alcanzado tal nivel de perfección espiritual que no necesita de ningún proceso de instrucción para sentenciar la culpabilidad o la inocencia de alguien. Los que le acusan de aferrarse al poder a toda costa deberían pedirle perdón, ya le gustaría dejar el peso del gobierno, pero es el único defensor de la auténtica fe que queda en España y no puede dejar el gobierno en manos de herejes o gentiles.