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Sánchez pone el foco en la ultraderecha como activo electoral

El presidente recupera para las europeas el eje de campaña que le permitió retener el poder tras el 23J

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, participa este jueves, en un acto de campaña del PSC en Sant Boi (Barcelona). Quique GarcíaEFE

La ultraderecha es un actor político que Pedro Sánchez ha sabido instrumentalizar de manera hábil para sus intereses electorales. En 2019, el presidente del Gobierno activó el adelanto electoral después de que ERC le retirara el apoyo para los Presupuestos Generales del Estado. Entonces, no se valoró ni por un instante la opción de prorrogarlos, porque políticamente existía una ventana de oportunidad que se quiso aprovechar. Solo una semana antes, en la Plaza de Colón de Madrid se visibilizó el hermanamiento entre PP, Vox y Ciudadanos. Una foto, en forma de manifestación, que ha perseguido a sus protagonistas y que se convirtió en el eje de campaña de aquellas generales. La división en tres del espectro ideológico de la derecha se convirtió en la coyuntura propicia para debilitar al Partido Popular, que llegó a marcar su suelo histórico con 66 diputados. Sánchez pugnó entonces por incluir a Vox –un partido sin representación parlamentario– en los debates electorales, consciente de la vía de agua que le abriría a Pablo Casado.

De la promoción, entendida como visibilización y homologación de la extrema derecha como un actor político más en la campaña de las generales de 2019, se pasó a la «alerta antifascista» cuando Vox se convirtió en el tercer grupo parlamentario del Congreso con 53 diputados. Desde entonces, el discurso del Gobierno y del PSOE se ha enfocado en advertir sobre el peligro que supone que este partido llegara al poder. Este llamamiento siempre tuvo una debilidad fundamental: los socialistas se planteaban como alternativa electoral para poner freno a Vox; pero en caso de que fuera decisivo para la gobernabilidad, no estaban dispuestos a ofrecer su apoyo al PP para que no tuviera influencia. Esta contradicción propició, por ejemplo, una corriente de voto útil a Juanma Moreno en Andalucía, que cimentó su mayoría absoluta en la necesidad de dejar fuera de juego a Macarena Olona.

Entonces, el PSOE se desengañó y asumió que el discurso del «miedo a Vox» ya estaba amortizado, porque al electorado de derecha no le generaba reparos. No en vano, los votantes del PP entendían que el pacto natural venía de la mano de la formación de Santiago Abascal. No hubo reparos, por tanto, en algunas regiones a cerrar rápidamente pactos de gobierno tras las municipales y autonómicas de 2023. Sin embargo, la llegada de Vox a algunas instituciones, como los gobiernos y parlamentos autonómicos, con discursos negacionistas de la violencia de género, agendas regresivas en derechos de la mujer o tomando medidas contra el colectivo LGTBi espoleó a sectores progresistas que se movilizaron de cara a las generales.

En el Gobierno entendieron, entonces, que la «alerta antifascista» todavía tenía tirón e hizo de ella, de nuevo, un eje de su campaña. Una estrategia que se volverá a replicar ahora, de cara a las europeas, ante la amenaza real de que la ultraderecha se convierta en la tercera fuerza del Europarlamento. Los socialistas quieren concienciar sobre la importancia del voto el próximo 9 de junio, en el que Sánchez también se juega el tipo en su pugna con el PP. Uno de los argumentos que utilizan para debilitar la posición de los populares es su connivencia con Vox, tras trazar un mapa conjunto de poder territorial, una relación que contrasta con el cordón sanitario que se ha establecido a nivel europeo. Por ello, ha generado sorpresa y malestar –calificándolo de «tremendo error»– el giro de Von der Leyen, abriéndose a pactar con la ultraderecha. También se exhibe preocupación por los últimos episodios vividos en Italia, donde recientemente avanzaban columnas de seguidores de extrema derecha con el brazo en alto.

Tras su periodo de reflexión, Sánchez ha recuperado con renovado ímpetu esta bandera que le resulta rentable electoralmente. «Forman parte de un movimiento reaccionario mundial que aspira a imponer su agenda regresiva mediante la difamación y la falsedad, el odio y la apelación a miedos y amenazas que no se corresponden ni con la ciencia ni con la racionalidad», aseguró Sánchez en su intervención del pasado lunes. De esta manera, el presidente intenta cambiar el foco de las investigaciones a su mujer y establecer una nueva narrativa en la que se erige como un dique de contención contra los extremismos, lo que le permite cohesionar a su electorado.

De este modo, Sánchez llamó en una carta dirigida a la militancia con motivo del 145º aniversario del PSOE a movilizarse para frenar «el avance de una internacional ultraderechista que trata de imponer su agenda regresiva». «Estos días hemos comprendido que defender la democracia no consiste únicamente en acudir a votar cada cuatro años. Debemos defender nuestra democracia todos los días, rechazando a aquellos que convierten la política en un barrizal de insultos y falsedades», señaló.

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