Opinión

Sánchez y la pregunta del millón

Suspiro a veces con poder desentrañar algunas de sus inopinadas acciones

Sesión Plenaria en el Congreso de los Diputados. Comparecencia del presidente del Gobierno Pedro Sanchez. Asiste el líder de la oposición Alberto Núñez Feijóo (PP). © Alberto R. Roldán / Diario La Razón. 22 05 2024
El presidente del Gobierno, Pedro SanchezAlberto R. RoldánFotógrafos

El afán epistolar de Sánchez despierta el de algunos ciudadanos que, como yo, gustarían de dirigirle una carta que rezara así:

Sr. Presidente:

Suspiro a veces con poder desentrañar algunas de sus inopinadas acciones. Me intriga saber por qué le entregó el Sáhara a Marruecos sin contrapartida o por qué España no participa en la lucha contra los piratas terroristas hutíes que encarecen la llegada de mercancías a nuestras costas. También busco la razón por la que usted y sus ministros insultaron seriamente a Milei (ustedes empezaron), lo que provocó la destemplada reacción del argentino con su esposa.

Sé que es fútil que le pregunte si le ha quitado incluso un solo día el sueño haber retorcido la Constitución para amnistiar a golpistas o si le preocupa que un partido del Gobierno monte una manifestación contra el Rey, un jefe de Estado ejemplar que podría dar clase de respeto constitucional a varios presidentes de repúblicas. Estoy seguro de que duerme sin agobios, orondo también con tener obsequiosos al fiscal general del Estado y al sumiso director del CIS que con su fabulación estadística ayuda a que usted arañe algún voto.

Aunque usted y sus adláteres no vacilen en señalar injustamente con el dedo en las Cortes a los familiares de Ayuso, rabiosa y reiteradamente, tampoco quiero explicaciones sobre el cargo de su hermano en Badajoz y su residencia en Portugal cobrando de una institución española, algo por lo que sería crucificado por usted y sus palmeros si se tratase del hermano de Feijóo o de Aznar. Tampoco haré disquisiciones críticas –quiero tener más tacto que Milei– sobre el software que su señora puso curiosamente a su nombre o sobre su cátedra en la Complutense otorgada de una forma que no he visto en mis estancias en países serios.

Y dado que es inevitable, y no porque esté nadando en la «fachosfera», sino por curiosidad democrática, plantearse interrogantes sobre Begoña Gómez, aquí viene la pregunta del millón, aunque sé que al formularla se me ve el plumero de ultraderechista y la manguera gigantesca que escondo para esparcir fango. Presidente, ¿encuentra normal que Begoña, de la que no cuestiono que sea buena profesional, haya, siendo esposa del presidente, firmado cartas de recomendación de empresas que licitaban para la obtención de dinero público? ¿Sabía usted que había estampado esas insólitas firmas? Conteste.

Le agradeceré que nos dé una respuesta nítida sin hablar del fango y la persecución de una persona honesta. Si se escabulle de nuevo sin contestar, dejará flotando las dudas sobre su señora, aquí y, esto no me gusta, en el extranjero, y aflorará una certeza: la de que es un farsante, un felón ventajista y un fullero que embarulla las cartas y enfanga más que la tomatina.