
Nuevo curso
Sánchez salta de la «crisálida» al escaparate en clave electoral
El equipo de Presidencia avisa de que «el tiempo de regenerar la piel ha terminado»

Pedro Sánchez ha vuelto. El equipo de Presidencia del Gobierno ha emprendido un drástico cambio en la estrategia de comunicación del jefe del Ejecutivo. El líder socialista se deja ver de nuevo ante los españoles tras meses ausente, encerrado en el «búnker» de Moncloa, y en el de La Mareta durante sus vacaciones de verano.
Su entorno lo confirma en conversación con LA RAZÓN: «El tiempo de regenerar la piel ha terminado. Hay que salir de la crisálida y volar con confianza». En las últimas dos semanas Sánchez ha incrementado su exposición mediática a través de diferentes canales para intentar llegar a todo el país.
Este giro, irremediablemente, conduce lo que queda de legislatura al carril preelectoral. A más exposición, más persuasión, el principal objetivo de la comunicación política.
El líder socialista arrancó septiembre sentado en el plató de TVE, en horario de máxima audiencia, donde concedió la primera entrevista en más de un año.
El miércoles sorprendió a todos en TikTok, donde apareció en tono socarrón junto al ministro de Transportes,Óscar Puente. Ambos fueron el cebo para enganchar a los usuarios de esta red social a los que se les prometió «salseos institucionales».
Pero el regreso estelar del presidente no termina ahí. Ese mismo miércoles, Sánchez remató la jornada en el cine, donde acudió junto a su mujer, Begoña Gómez, precisamente el mismo día que acudió a declarar al juzgado de instrucción número 41 de Madrid, donde se la investiga por la comisión de cinco supuestos delitos.
Toda una declaración de intenciones. «Hay que mostrarle a la gente que tenemos un país que funciona y un Gobierno con energías y legitimidad de sobra para seguir avanzando», zanja un colaborador del presidente.
Sánchez ha guardado en el armario la capa de invisibilidad que se puso tras la publicación del demoledor informe de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil que puso contra las cuerdas a Santos Cerdán, su ex mano derecha en el PSOE, en prisión provisional desde el 30 de junio.
Desde ese día, Sánchez y su equipo en Moncloa controlaron la exposición mediática al máximo. En todo este tiempo, tanto la imagen del presidente como su estado de salud se han convertido en temas de conversación pública.
Desde el estallido del «caso Cerdán», el líder socialista ha perdido peso y su aspecto ha empeorado. Las redes sociales son un hervidero de comentarios al respecto cada vez que se deja fotografiar. En Moncloa achacan el cambio físico de Sánchez a la presión que sufre desde el apagón que dejó a España a oscuras durante 24 horas.
Pero a nadie se le escapa que los casos de corrupción que tienen a su partido acorralado, y que afectan a dos hombres de su máxima confianza durante años, no ayudan. Tampoco la situación en la que se encuentran su mujer –investigada– y su hermano, David Sánchez, que irá a juicio próximamente y que se enfrenta a una posible condena de tres años de cárcel por prevaricación y tráfico de influencias.
Pese a todo, Moncloa decide tirar de un presidente que «polariza», conscientes de que es el único activo dentro del Gobierno con el que movilizar al electorado progresista. Sánchez se presenta ante los españoles como víctima de una campaña de deshumanización orquestada por la derecha política y mediática.
Y su equipo está empeñado en contrarrestarla. En cualquier caso, no es la primera vez que el presidente se esmera en mostrar su lado más personal y gamberro. Ya lo hizo durante la campaña electoral del 23-J y en un contexto cargado de crispación y hostilidad. Aunque hay una gran diferencia, ya que por entonces no habían trascendido ninguno de los escándalos que le tienen arrinconado y que tanto han contribuido a subir los decibelios.
El equipo del presidente se vio obligado a cortar sus actos de contacto directo con la ciudadanía, en víspera de aquellos comicios, precisamente por los silbidos y abucheos que pudieran dañar su imagen. Pero eso ahora no va a ocurrir.
El presidente solo salió este verano de La Mareta en tres ocasiones para visitar las zonas afectadas por los incendios y las tres veces se blindaron los desplazamientos y se minimizó el contacto con los ciudadanos. El riesgo, aunque ahora Moncloa ahora haya decidido incrementar la exposición, es evidente.
Si su gabinete prosigue su estrategia de pasear a Sánchez por la calle, el equipo de seguridad de Presidencia tendrá que extremar la protección.
Este diario ha venido informando de los refuerzos de personal en los dispositivos de agentes que acompañan tanto al presidente como a su mujer. La seguridad se ha convertido en una obsesión para el matrimonio. Lo cierto es que ambos, aunque intenten hacer cierta vida normal, se enfrentan a insultos y abucheos.
La seguridad del presidente se ha reforzado de forma notable en los últimos meses. El aumento de la hostilidad hacia el matrimonio ha obligado a ampliar los círculos de protección y a desplegar más agentes con antelación en cada desplazamiento.
El encierro de Sánchez estos últimos meses disparó las alarmas y evidenciaron a un presidente enclaustrado, sufriendo un fuerte síndrome de la Moncloa. En el último año, Sánchez ha dado forma a un liderazgo más introspectivo, más controlado y personalista.
Si hay un punto de inflexión, es la reflexión personal de cinco días que anunció en abril del año pasado para decidir si tiraba la toalla. Ese fue el episodio más gráfico. Aunque no ha sido el único. Su reaparición –sin prensa– no solo desconcertó al partido al que sumió en la incertidumbre total, sino que certificó lo que muchos ya intuían: que no gobierna con el PSOE, ni siquiera con el Gobierno. Lo hace desde Moncloa. Ahora, su equipo quiere sacarle de allí.
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