Elecciones catalanas

El separatismo se desfonda en la campaña: su mayoría, más amenazada que nunca

La mayoría del bloque independentista, en riesgo: los últimos «trackings» señalan un retroceso de ERC y Junts tras una campaña con poco «procés»

Carles Puigdemont ha ido endureciendo el tono contra el PSC durante la campaña, hasta el punto de emular a Pablo Iglesias y rescatar la polémica de la «cal viva» y los GAL, y eso es una evidente señal de que el independentismo llega a las elecciones catalanas de este 12 de mayo en muy mal estado. De hecho, la mayoría separatista en el Parlament llega más amenazada que nunca y el retroceso va a afectar a Junts, Esquerra y la Cup, con mayor o menor intensidad, según los datos que recogen las últimas encuestas no publicadas y a las que ha tenido acceso LA RAZÓN. En paralelo, la extrema derecha separatista (Aliança Catalana) y los partidos constitucionalistas (PSC y PP, esencialmente) van a crecer con fuerza y eso acerca y mucho a Salvador Illa a la presidencia de la Generalitat.

La campaña electoral arrancó hace dos semanas y parecía una pugna a tres, pero encuesta tras encuesta se fue dando por descartado a Esquerra de la pugna por la Generalitat y, ya en el tramo final, Puigdemont ha empezado a dar síntomas de agotamiento. El candidato de Junts ha llegado por momentos a estrechar distancias con Illa, pero los «trackings» de última hora indican que no va a ser capaz ni de mejorar los resultados de Laura Borràs en 2021. Y eso puede ser indicio del nerviosismo que está llevando a Puigdemont a tratar de desgastar políticamente a Illa, quien ha conseguido, sobre todo, proyectarse como un líder centrado en una sociedad hastiada por el desgobierno del «procés», que ha conducido a Cataluña a la ausencia de grandes proyectos que dinamicen la economía (desde la Agencia Europea del Medicamento a la ampliación de El Prat).

El candidato de Junts se juega mucho en esta cita electoral: de hecho se juega toda su supervivencia política ya que no solo se enfrenta a Illa por gobernar la Generalitat, sino que también se enfrenta a su propio partido ya que si es incapaz de superar los 32 escaños de Borràs, habrá problemas internos. Hay sectores del partido que van pidiendo paso para buscar un cambio de liderazgos y una redefinición ideológica tras años escorándose hacia la izquierda, algo que se ha intentado corregir en las últimas semanas apelando a la bajada de impuestos y a un discurso desacomplejado sobre la seguridad y sobre la inmigración.

Mientras Puigdemont flirtea con una derrota electoral, Esquerra se aboca a un hundimiento sin frenos. Los republicanos apenas son capaces de situarse en torno a los 25 escaños pese a los intentos de Pere Aragonès por tratar de sobresalir en la campaña y sembrar el miedo a un pacto entre Junts y PSC, ya que los electorados de ambos partidos son incompatibles. La estrategia electoral no ha funcionado a la vista de los últimos «trackings» y Aragonès va a ser duramente castigado por los electores: de hecho, todo apunta a que va a perder mucho voto en el área metropolitana de Barcelona.

Tampoco se salva la CUP del castigo electoral, que se hunde y va a ver cómo sufre un transvase hacia Aliança Catalana, que va a irrumpir con fuerza en el Parlament, aunque todo apunta a que va a ser intrascendente.

El declive del independentismo es aprovechado por un Illa que aspira a gobernar y, sobre todo, a hacerlo en solitario. El líder del PSC superará la cuarentena de escaños, según todas las encuestas, y eso le permitirá reclamar su investidura. Y, muy probablemente, un independentismo hundido no tendrá tampoco más remedio que asumir la situación: sobre todo, ERC, que deberá afrontar el dilema de o bien adoptar una posición de bloqueo que puede penalizarle más en caso de repetición electoral o bien aspirar a pedir algún hueco en el Govern de Illa. Los republicanos se erigen en la única esperanza de Illa para su investidura porque Junts se da por descartado que se preste a ello tras el «favor» que le hizo a Pedro Sánchez en Madrid.

En cualquier caso, la campaña electoral en Cataluña concluye con un independentismo venido a menos, sin capacidad de encontrar un discurso que movilice a sus bases tras años de promesas incumplidas y desgobierno. El último sondeo del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat ya alertaba que ni la independencia ni la amnistía iban a decidir el voto de los catalanes, sino la economía, la inmigración y la gestión de los servicios públicos. Y, ahí, los partidos separatistas han perdido mucha credibilidad.