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La crónica

Los socios solo romperán con Sánchez por la caja del PSOE

Ni robo ni prostitutas. Esta es la línea roja que trasladan a Moncloa. En todo caso, al presidente le ven un zombi

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), conversa con el portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban (d), durante un pleno en el Congreso de los Diputados, a 20 de diciembre de 2023, en Madrid (España). Eduardo ParraEuropa Press

Los aliados de Pedro Sánchez han acompañado al presidente del Gobierno en sus peores momentos, como cuando decidió tomarse aquellos cinco días de silencio para reflexionar sobre si merecía la pena seguir gobernando. Sus socios han mirado hacia otro lado ante incumplimientos, ante las «mentiras», que también ellos critican al jefe del Ejecutivo, o incluso ante «traiciones» que entienden que se han producido contra el bautizado como programa progresista.

La corrupción les pesa ya como una losa, pero seguirán aguantando, salvo que la investigación entre en el terreno de la presunta financiación irregular del partido. Por sorprendente que parezca, las andanzas del trío José Luis Ábalos, Koldo García y Santos Cerdán no serán motivo para la ruptura en tanto esta trama de corrupción se quede en que quienes estuvieron en el núcleo del poder del Gobierno socialista robasen para ellos o sean unos puteros. En ese sentido, tampoco han lanzado ningún aviso, hasta ahora, sobre la investigación a la familia del presidente, aunque de lo que se esté hablando es de nepotismo y presunto tráfico de influencias.

Hecha esta precisión, el único territorio por el que no están dispuestos a transitar es el de la financiación del PSOE, según han transmitido varios de ellos a Moncloa. Esta es la línea que desencadenaría, sin remedio, la formalización del divorcio. En la práctica, esa ruptura ya se ha producido, aunque ninguno se haya atrevido todavía a reconocerlo en público. Pedro Sánchez es un «activo tóxico», y no hay ningún proyecto lo suficientemente ilusionante como para que les compense una firma conjunta con el presidente del Gobierno.

La detención de Koldo García, los contratos bajo sospecha, las ramificaciones, la amenaza sobre que queden salpicados otros altos cargos socialistas... Los aliados cargan con todo este cubo de basura, con unas encuestas que recogen ya el coste de esta actitud que denota connivencia con la corrupción o, cuanto menos, un nivel de exigencia que está determinado por sus intereses particulares de partido, ya que no aplican el mismo rasero si es corrupción de derechas o de izquierdas.

«Esto no aguanta hasta diciembre»

En cualquier caso, un sondeo entre los aliados refleja que, aunque en público repitan mantras, como el de los «avances sociales» o que ante todo hay que «evitar que la extrema derecha llegue al gobierno», en privado, sin embargo, la sensación más extendida es otra: «Esto no aguanta hasta diciembre». Estos partidos, que han creído más, a veces, que el propio PSOE en la capacidad de recuperación del presidente del Gobierno, han dejado ya de confiar en que esta vez Sánchez pueda sobrevivir políticamente al cerco de la corrupción que amenaza con devorar al PSOE desde dentro.

«La legislatura está tocada de muerte», deslizan desde Junts, sin que ya confíen siquiera en sacar rédito de cada votación parlamentaria, ni tampoco en el regreso de Carles Puigdemont, aunque nunca lo confiesen oficialmente. En ERC son de una opinión parecida, pese a que siguen dando aire al PSOE y hasta le conceden una prórroga para presentar el concierto catalán, que pactaron con los socialistas hace ya un año para investir a Salvador Illa.

El PNV, siempre práctico, se tienta la ropa y calcula los tiempos para marcar perfil ante una campaña electoral en la que los sondeos indican que Bildu está todavía más fuerte que en anteriores citas con las urnas. Por cierto, hasta en Bildu, siempre complacientes, andan preocupados sobre cómo empezar a marcar distancias. También sobre el cuándo y sobre el porqué.

En los pasillos del Congreso del último Pleno se podía sentir el runrún en las conversaciones informales sobre si habrá elecciones en otoño o en diciembre, lo que, en resumen, convierte al presidente del Gobierno en una especie de zombi del que nadie espera ya nada más que el momento en el que decida apretar el botón electoral y disolver las Cortes.

Moncloa niega un cambio de planes

Moncloa mantiene la fachada y continúa negando un cambio de planes en cuanto a la fecha de las elecciones. El presidente del Gobierno tiene por delante el Comité Federal socialista y el Pleno extraordinario en el que, junto a otros asuntos, tendrá que hablar de la corrupción en su partido. Pero también los colaboradores más cercanos a Sánchez viven una cuenta atrás no reconocida porque nadie cree que el presidente pueda sobrevivir hasta 2027.

Oficialmente, siguen el guion; extraoficialmente, están viviendo el epílogo de toda una época que ha transformado al PSOE hasta convertirlo en un partido que no tiene nada que ver con el que lideró el hoy tan crítico expresidente del Gobierno Felipe González.

El verano es una tregua, pero el otoño se vislumbra como un posible punto de inflexión sobre la situación actual en tanto el avance de las investigaciones judiciales obliguen a tomar decisiones políticas. En el ejercicio del sentido común más práctico, en el PSOE lo tienen claro. Creen que Sánchez debería darse cuenta de que ha llegado a un punto de no retorno en el que «lo mejor es anunciar que renuncias al cargo como secretario general de los socialistas, convocar unas primarias, y, en paralelo, convocar elecciones»