El análisis

La trilogía de «El Padrino»

Zapatero afirma que el socialismo es el futuro porque en el mundo ya no quedan liberales. Si esa es su visión, le recomiendo que se opere urgentemente de cataratas

Zapatero espera que Junts atienda el requerimiento del mediador y retire la cuestión de confianza para evitar "ruptura"
Zapatero espera que Junts atienda el requerimiento del mediador y retire la cuestión de confianza para evitar "ruptura"Europa Press

No estoy muy seguro de cómo lo he conseguido, pero de alguna manera extraña he gestionado alcanzar mi actual edad de más de sesenta años sin haber presenciado, por increíble que parezca, ni una pizca de «realities» o de «talent shows». Por ello me cuesta mucho aceptar la teatralidad como un valor; lo cual dificulta mi capacidad de análisis para entender a nuestros políticos actuales.

Tengo la sensación de que a gran parte de mis conciudadanos les sucede cosa parecida y es por eso que el voto es hoy más volátil que nunca. Los simples contribuyentes necesitamos siempre admirar algo para seguir adelante, pero me temo que algunos, a falta de nada mejor, empiezan a admirar la capacidad de ciertos políticos nacionales para el cinismo y la desfachatez. El salirse con la suya, a costa de todo y de todos, empieza a ser visto por los más desengañados como un valor; un valor que si no es admirable, al menos les parece reconocible.

Eso me recuerda la incomodidad que me han provocado desde antiguo las películas de gánsteres basadas en mostrar su vida cotidiana y humanizarlos. Siempre me ha dado la impresión de que, más que humanizar a los protagonistas, lo que buscaban era humanizar al delito. Y el delito es propio de seres humanos, pero –no nos confundamos– siempre es deshumanizador. El primer paso para el delito es deshumanizar a la víctima, colocarla en una posición en la que se la despoja de sus más elementales e intrínsecos rasgos de dignidad. Por eso los nazis lo que eran, básicamente, era una pandilla de gánsteres. La falta de escrúpulos y la implacabilidad para conseguir lo que se quiere no son dedicación y persistencia, sino cerrilidad, sectarismo y corrupción. Sacralizar esos rasgos supone abdicar de nuestro juicio crítico y convertirnos en estúpidos. Si algo consolador tienen estos tiempos de igualdad, es que todas las personas sin distinción de raza, clase social o sexo tenemos el mismo derecho a ser estúpidas y carecer de talento. Pero, por el bien de la colectividad futura, deberíamos obligarnos a ser un poco más exigentes. Ahora que el partido socialista ha introducido a Zapatero en el gran bazar de la negociación presupuestaria es interesante recordar esa exigencia más que nunca.

Rodríguez Zapatero nunca me ha parecido que se pudiera incluir en la categoría anteriormente citada de políticos cínicos y sin escrúpulos. Sería injusto con él catalogarlo de esa manera. Sus metidas de pata siempre han sido demasiado ciclópeas y espontáneas y eso que pudiera parecer un insulto en el fondo le honra. Es un verdadero coloso a la hora de no acertar, pero tropieza torpemente porque cree en ello. Ahora bien, si en algo coincidimos todos los españoles, es que su miopía política alcanza dimensiones de leyenda. Indudablemente, ostenta el título de ex-presidente que ha dejado un bagaje más breve y menor tras sí, aquel que probablemente menos influyó en la trayectoria de la Historia de nuestro país; pero el que quizá señala de manera más clara la época en que la izquierda socialista se desentiende de trabajar para la gente y hace nacer, por incomparecencia, la ola de populismo reaccionario que va a arrasar socialmente en los próximos años.

Ahora Zapatero ha viajado hasta Bruselas y se ha reunido con Puigdemont, Turull y Miriam Nogueras. La reunión conforma un plantel espectacular y cualquiera se dejaría extraer sin duda un riñón por haber podido contemplarla por un agujerito. Porque, obviamente, nadie puede decir que se hayan juntado precisamente las mentes más brillantes de la política última de nuestro país. ¿En serio que nadie ha pensado en grabarla con cámara oculta? Ganaría una fortuna si la subastara como material de género cómico.

De allí, Zapatero ha vuelto directamente para aterrizar en el congreso del socialismo andaluz y, sin duda afectado por el «jet lag» (suelen provocarlo los vuelos transoceánicos, pero en el caso de seres muy sensibles basta un vuelo a Bruselas), ha afirmado alegremente que hay Gobierno seguro con Puigdemont para los próximos años. Se ha sentido reconfortado por la gran diversión y risas generales que ha provocado en todos los frentes su anuncio. Y es que, claro, no ha caído en razonar, justo en el congreso andaluz, que el precio de esa seguridad será que, precisamente los habitantes de esa región pierdan unos 1.500 millones de euros cada año que en lugar de ir a ellos irán para otro sitio.

La aspirante Montero, ya totalmente achicharrada como ministra de Hacienda, sí que está mucho más cerca en modos e intenciones de la zona de cinismo propia de los charlatanes de feria. Así que ha gesticulado, maldecido, exhortado, sangrado y prometido –en su exagerado registro habitual– como si tal anuncio fuera una victoria. María Jesús Montero es de las pocas mujeres que hace que Jack el Destripador parezca Míster Bean. Así que no te digo lo que hace parecer a Zapatero.

Para poner la guinda, José Luis ha afirmado literalmente que el socialismo es el futuro porque en el mundo ya no quedan liberales. Si esa es su visión de la gente, con franqueza, le recomiendo que se opere urgentemente de cataratas.