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Ramadán confinado

Cerca de dos millones de musulmanes en España comenzaron ayer el ayuno del mes sagrado del islam. Como la pandemia les impide este año celebrarlo en familia y rezar en las mezquitas, muchos harán videollamadas con el imán y reconocen que será «algo más llevadero» por estar en casa

Dris, con sus hijos, durante el "iftar" en su casa de Algeciras
Dris, con sus hijos, durante el "iftar" en su casa de AlgecirasLa RazónLa Razón

Es la primera vez que Dris toma leche y dátiles para romper el ayuno del primer día de Ramadán acompañado solo de su mujer y sus tres hijos. Es un momento especial para todos los musulmanes pero este año una nube de nostalgia sobrevuela el ambiente. Al «iftar», como se conoce a esta tradicional comida que se celebra durante el mes sagrado cuando cae el sol, no faltaban nunca en casa sus seis hermanos con sus respectivas mujeres e hijos. Primos, tíos, sobrinos. Todos juntos y revueltos. Felices. «Nos juntamos 40 o 50 personas tranquilamente. Es momento de celebración, de estar en familia y agradecer, y donde las mujeres de la casa intentan crear pequeñas obras de arte culinarias para deleitarnos. Hacen de todo pero no pueden faltar la harira (sopa), los dátiles y la chebbakía (dulces marroquíes). A mi me lleva a los sabores de mi infancia, a los platos que siempre hacía mi madre». Aunque antiguamente era una cena más frugal hace años que se ha convertido en un gran banquete nocturno que deja atrás las horas diurnas durante las cuales no está permitido ingerir ningún alimento, tomar alcohol o tabaco ni mantener relaciones sexuales. Pero el confinamiento impuesto por el Gobierno a causa de la pandemia del coronavirus impide este año que celebren el Ramadán del año 1441 para el Islam conforme a sus tradiciones. No solo son días raros para esta familia ceutí afincada en Algeciras. 1.800 millones de musulmanes en todo el mundo y casi dos de ellos en España –alrededor de un 4% de la población según la estadística de la Unión de Comunidades Islámicas de España (Ucide)– celebraron ayer su primer día de ayuno sagrado. «Es como la Navidad para los cristianos. Más allá de la religión, son días de estar con la familia y se suele estar un poco más triste o nostálgico, aunque agradecemos que la tecnología actual nos permita vernos las caras. Eso sí, estar en casa propicia el descanso y hará el ayuno más llevadero». Dris no descarta que hagan vídeos en directo para celebrar en comunidad, por ejemplo, el «jutba» (sermón) los viernes a mediodía. De hecho, los líderes musulmanes aconsejan que la comunicación con el imán «debe permanecer fluida, y para ello debe idear formas de comunicarse con los feligreses de su mezquita a través de las redes sociales, aunque fuera semanalmente, para estar a su servicio y responder a sus preguntas». Porque este año tampoco podrán orar de forma conjunta en las mezquitas, la llamada oración del «tarawih», a pesar de algunas peticiones que pretendían adaptarlo guardando los dos metros de distanciamiento social.

Cumplir bien el ayuno

Desde la Comisión Islámica en España (CIE) ya han emitido un comunicado en que aseguran que «en caso de que la situación actual cambie y el Ministerio de Sanidad permita reuniones en condiciones que hagan posible la oración grupal en las mezquitas, informaremos inmediatamente a las asociaciones islámicas de esta buena noticia». Mientras tanto, nada de eso está permitido. Pero los líderes musulmanes no quieren que estas restricciones impidan «que cumplan bien el ayuno, recen adecuadamente y lean correctamente el Corán» y han explicado «aspectos ramadeños, a los cuales la gente estaba acostumbrada y este año no serán posibles». El actual secretario de la CIE, Mohamen Ajana El Ouafi, asegura que es «tan intensa la dimensión social del Ramadán que este año hay un mal sabor de boca pero hemos insistido en la importancia de no hacer el rezo colectivo no solo porque Sanidad lo impida sino porque, al ser una forma de contagio, también tenemos la obligación religiosa de proteger la vida: la nuestra y la de los demás». Ajana está de luto y ha tenido que asumir el mando de la CIE porque su líder, Riay Tatary, falleció precisamente a causa de coronavirus el pasado 6 de abril. Porque si el virus no entiende de fronteras, menos aún de clase social o religiones. Como el resto de musulmanes Tatary ha sido enterrado en el cementerio municipal de Griñón, en una zona donde pueden hacer esta liturgia conforme a los preceptos del Islam. «Todos los días hay movimiento en el cementerio de Griñón», reconoce Ajana, lo que se traduce en que la comunidad musulmana está bien concienciada de la importancia de cumplir las medidas impuestas. Ajana cree que este confinamiento es un momento ideal para que «la familia se reúna alrededor del Corán para memorizar o repasar suras y reflexionar sobre ellas» y recuerda que «no se debe olvidar a las víctimas de esa enfermedad ni a sus familiares porque el aislamiento psicosocial deja secuelas profundas». «El mes bendito llega en esta difícil situación y será una oportunidad para aumentar la cooperación entre las personas para hacer el bien». Otro de los mandamientos básicos del Ramadán, ofrecer el «iftar» al ayunante más necesitado (en la Mezquita de la M-30 este año lo han suspendido y lo daban a 3.000 personas), puede hacerse «donando alimentos a quien le haga falta, contactando con un restaurante con servicio a domicilio o donando a asociaciones que brinden asistencia alimenticia a los ayunantes». Precisamente en este cometido lleva volcado Dris desde que comenzó el confinamiento y creó el Equipo de Apoyo Covid-19 de Algeciras, dentro de la asociación que dirige, «Intercultural Saladillo». Dris está algo enfadado con los líderes musulmanes porque considera que estos días han dejado abandonados a los más necesitados. Ellos ya han atendido a unas 800 personas y ha visto situaciones verdaderamente dramáticas. Y zanja: «Una mezquita no tiene que ayudar solo a musulmanes, sino a todo el que lo necesita».

El líder en España, víctima mortal del Covid-19

El Covid-19 se ha llevado al presidente de la Comisión Islámica en España (CIE), Riay Tatary, que falleció a los 72 años en el Hospital La Paz el pasado 6 de abril. Una semana después lo hizo su mujer, por lo que la familia –y la comunidad musulmana en general– está desolada. Tatary ha sido un líder muy querido. Llegó desde Siria a finales de los años 60 y además de ser el primer imán de la mezquita de Tetuán (una de las más importantes de España) se convirtió en líder de los musulmanes en España y gozaba del profundo respeto de todas las autoridades. El arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, lamentó su muerte y ensalzó que fue un hombre «siempre dispuesto al diálogo interreligioso». «No pudimos realizar el rito del funeral en la mezquita pero sí el rezo especial en el cementerio porque para este tipo de actos no implica inclinación ni postración», explica Mohamed Ajana El Onafi, secretario general de la CIE que ahora ha tenido que tomar el relevo de la institución. «Apenas pudimos asistir sus cinco hijos y otras dos personas, siempre guardando las distancias de seguridad», asegura Ajana.