A veces no son los gritos los que hieren, sino esas pequeñas frases cotidianas que repetimos sin pensar. Tres simples palabras pueden marcar la diferencia entre que un niño se sienta comprendido o incomprendido. Según la crianza respetuosa, existe una expresión muy común que conviene eliminar del vocabulario familiar: “Hay que compartir”.
¿Por qué decir “hay que compartir” puede dañar la autoestima?
Expertos del portal Cómo ser madre día a día explican que esta frase, aunque bienintencionada, obliga al niño a ceder algo suyo antes de estar preparado para entender el valor del compartir como un acto libre y voluntario.
Lo que para un adulto parece una norma social básica, para un niño pequeño puede ser una contradicción con su necesidad de posesión y pertenencia. En lugar de fomentar empatía, puede generar confusión o rechazo.
Otras frases comunes que apagan los sentimientos infantiles
Además de “hay que compartir”, los especialistas en educación emocional advierten sobre otras expresiones que pueden afectar el desarrollo del niño:
“No llores, que no ha sido nada.”
Minimiza su dolor y invalida sus emociones, enseñándole a ocultar lo que siente.“Cuidado, que te vas a caer.”
Si no existe un peligro real, puede transmitir miedo innecesario y limitar su curiosidad natural.“Espera, que te ayudo.”
Ofrecer ayuda sin que la pida puede inhibir su autonomía y su confianza para resolver por sí mismo.
El poder del lenguaje en la infancia
El lenguaje no es neutro. Las palabras moldean la forma en que un niño percibe el mundo, las relaciones y su propio valor.
Durante los primeros años de vida, cuando la confianza y el apego se están formando, cada frase deja una huella profunda.
Frases que mandan callar, apresuran o minimizan sus emociones pueden reforzar inseguridades o enseñarles que su valor depende de la obediencia.
Transformar tus palabras: alternativas positivas
Adoptar una comunicación más empática no significa dejar de poner límites, sino respetar el ritmo emocional del niño. Estas son algunas estrategias recomendadas por expertos en crianza respetuosa:
Escucha antes de corregir. En lugar de imponer, pregunta qué siente o qué piensa.
Ofrece opciones reales. Cambia “hay que compartir” por “¿quieres jugar juntos o prefieres guardar tu juguete?”.
Valida sus emociones. Sustituye “no llores” por “veo que estás triste, ¿quieres contarme qué pasa?”.
Fomenta la autonomía. En lugar de adelantarte, pregunta: “¿Quieres que te ayude o prefieres intentarlo tú?”.