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Naturaleza

Este bosque gallego de novela tiene los castaños y robles más altos de Europa

Fue refugio de Emilia Pardo Bazán e inspiración para escribir Los pazos de Ulloa

Fraga de Catasós. Turismo de Galicia

Entre los montes suaves del Deza, cuando el otoño llega con tonos de cobre y oro, un bosque pequeño pero alza como una especie de catedral. Es la Fraga de Catasós, a las afueras de Lalín (Pontevedra); un pedacito de tierra que respira con el rumor del viento entre los castaños centenarios y el eco de las hojas que crujen a su paso. Un bosque de novela, no sólo por su belleza, sino también porque entre sus sombras y claros se inspiró Emilia Pardo Bazán para dar forma a Los pazos de Ulloa.

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Los árboles de Catasós son gigantes con historia. Robles y castaños que rozan los treinta metros de altura y que se sitúan entre los más altos de Europa se elevan como columnas de un templo natural que protege una memoria más vieja que los siglos.

Crecen sobre un suelo tullido, que unido al clima húmedo y templado de Lalín crean un entorno perfecto para su desarrollo. La madera de estos árboles fue antaño la más codiciada del Deza, empleada para las vigas de pazos y casas nobles, pero su valor estético y simbólico acabó imponiéndose al económico: hoy forman parte del Catálogo de Árbores Senlleiras de Galicia y están protegidos como Monumento Natural desde el año 2000.

La carballeira de los Quiroga y la huella de Pardo Bazán

La fraga, conocida también como la Carballeira de Quiroga, perteneció a la familia del mismo nombre, que habitaba en el cercano Pazo de Quiroga. A mediados del siglo XIX, una unión marcaría para siempre la historia de este rincón: en 1864, uno de los herederos de la casa se casó con la condesa Emilia Pardo Bazán.

La escritora pasó largas temporadas en Lalín y, según la tradición, aquí concibió buena parte de su célebre novela. No cuesta mucho imaginarla paseando por estos senderos húmedos, observando cómo la niebla se enreda en las ramas y anotando en su cuaderno la cadencia del campo gallego que retrata en Los pazos de Ulloa.

Fraga de Catasós. Turismo de Galicia

El legado literario y natural se entrelazan así en la Fraga de Catasós, donde cada árbol parece contar su propia historia. El silencio del bosque no es absoluto: lo rompen el canto de los pájaros, el murmullo del río Deza a lo lejos y, en los días de viento, un sonido grave, como un órgano vegetal resonando entre los troncos.

Paseo entre gigantes

Pese a su reducida extensión, apenas cinco hectáreas, Catasós encierra toda la esencia del bosque atlántico caducifolio que antes cubría buena parte de Galicia. El recorrido circular que lo atraviesa, de poco más de un kilómetro, es sencillo y apto para todas las edades. La senda discurre entre alfombras de hojas secas y está salpicada de paneles interpretativos que explican la riqueza botánica de la zona: alisos, fresnos, acebos, laureles, abedules y alcornoques conviven con los majestuosos robles y castaños.

En otoño, cuando las ramas se tiñen de ámbar y el suelo cruje bajo las botas, la fraga se convierte en un espectáculo para los sentidos. Los visitantes pueden completar la experiencia visitando los sotos de Cardiego y Quiroga, donde los ejemplares superan los doscientos años, o prolongar el paseo hasta el Pazo de Quiroga, siguiendo un sendero que parece suspendido entre el pasado y el presente.

La Fraga de Catasós no está sola en su encanto. Lalín ofrece al viajero otros tesoros naturales y culturales. Muy cerca, el santuario de Nuestra Señora de O Corpiño se alza en el monte Carrio, centro de una devoción popular que se remonta al siglo VIII y que hoy atrae a miles de peregrinos cada año. También el río Deza regala rincones de calma, como la playa fluvial de Pozo do Boi, de aguas puras y tranquilas, o los molinos que jalonan sus riberas, testigos del pasado agrícola de la comarca.

Y, cómo no, está el sabor. Lalín es tierra de cocido, de tabernas y de buena mesa. Combinar una visita a la fraga con una comida en el corazón del municipio es casi un ritual: naturaleza y gastronomía se dan la mano en una experiencia completa para los sentidos.

Un monumento natural

Hoy la Fraga de Catasós es mucho más que un paraje: es un símbolo. Representa la memoria de los bosques gallegos, la literatura que nació entre sus sombras y la necesidad de preservar lo que nos conecta con nuestras raíces. A cada paso, entre la niebla o bajo la luz dorada del mediodía, el viajero siente que pisa un lugar muy especial, un bosque de novela en el que los árboles parecen susurrar mientras cuentan historias que se pierden en el tiempo.

Allí, entre los robles y castaños más altos de Europa, Galicia guarda uno de sus secretos mejor escritos.