Miradores
Estos son cinco miradores imprescindibles para enamorarse del paisaje gallego
Son lugares que te invitarán a detenerte, mirar y sentir cómo la tierra gallega se funde con el cielo y el mar
Galicia no se mide en cifras, sino en emociones. Ya lo insinuaba el escritor Álvaro Cunqueiro cuando la bautizó como "el país de los mil ríos". No importaba la precisión, sino la esencia de una tierra atravesada por el agua, cubierta de un tapiz verde y plagada de paisajes que conectan con lo más profundo del alma.
Esa Galicia de montañas, rías, bosques y acantilados ofrece algunos de los miradores más impactantes de toda la península. Lugares donde el tiempo se detiene y el horizonte se convierte en un espectáculo.
Aquí te presentamos cinco miradores que no puedes perderte si quieres entender Galicia con los ojos bien abiertos.
El guardián del Miño
En el extremo sudoeste de Galicia, el monte de Santa Trega es un punto de encuentro entre la historia y el paisaje. Desde sus 341 metros de altura se puede contemplar la desembocadura del Miño, el océano Atlántico y las costas de Portugal.
El castro celta que corona la cima, los petroglifos milenarios y la ermita del siglo XII completan este enclave mágico.
La costa indómita
Muy cerca de A Coruña, en plena Costa de Dexo-Serantes, se encuentra el Seixo Branco, una veta de cuarzo blanco que destaca entre los acantilados del Golfo Ártabro.
Este punto natural, que ha servido de guía a marineros durante siglos, ofrece un paisaje quebrado, casi salvaje, donde las olas rompen con fuerza y la biodiversidad sorprende a cada paso.
El balcón de O Courel
O Courel, uno de los últimos paraísos gallegos, despliega su inmensidad desde el Alto da Cobaluda. A 1.294 metros de altitud, este mirador natural permite observar el perfil recortado de montañas como Pía Paxaro o Formigueiros, el techo de la sierra.
Aquí, el bosque se retira y deja paso al monte bajo, cubierto de uces y carquesas, creando un mosaico de colores especialmente bello tras las nevadas invernales.
Entre castros y el Atlántico
En la sierra de A Groba, el mirador de Cano dos Mouros combina arqueología y paisaje. Situado a 287 metros de altitud, fue elegido por los antiguos pobladores castrexos como punto estratégico de vigilancia.
Desde allí se divisa la costa de Oia en todo su esplendor, acompañada del vaivén del ganado salvaje y los pinares que caracterizan este rincón del sur gallego.
Dunas que miran al mar
Donde el río Anllóns se encuentra con el mar, en la comarca de Bergantiños, emerge el Monte Branco. Esta elevación cubierta por arena blanca regala una de las vistas más completas de la ría de Corme y Laxe.
Desde su cima se puede observar cómo la lengua de arena de A Barra parece querer frenar el avance del río. Enfrente, los faros de Roncudo y Laxe se saludan entre olas, completando un paisaje de postal.