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Cultura

La palabra en gallego que no tiene traducción al castellano: «Es puramente gallego»

El gallego, lengua románica con raíces latinas, encierra un universo léxico propio lleno de identidad, historia y emociones difíciles de expresar en otros idiomas

La palabra en gallego que no tiene traducción al castellano: «Es puramente gallego» AP

Dentro del tesoro lingüístico del gallego hay palabras que no solo designan una realidad, sino que expresan una forma de sentir, de ser y de vivir. Una de ellas es «enxebre», probablemente la más intraducible de todas. Traducirla al castellano como “auténtico” o “puro” no basta. «Enxebre» hace referencia a lo tradicional, genuino, libre de artificios o influencias externas, algo tan conectado con Galicia que no puede existir fuera de su contexto cultural.

Así, un furancho -esas tabernas improvisadas en los bajos de las casas- puede ser enxebre; lo mismo un queso de tetilla curado en una aldea, una comida servida en cazuela de barro, o un pequeño festival folclórico celebrado bajo carpa con gaitas y empanada. Es un adjetivo que contiene identidad, pertenencia, orgullo y resistencia.

Palabras con alma gallega

Junto a «enxebre», el gallego cuenta con un riquísimo vocabulario emocional y sensorial que, aunque pueda traducirse literalmente, suele perder su verdadero matiz al hacerlo:

  • Agarimo: más que cariño; un gesto dulce y afectuoso que envuelve cuidado y ternura.

  • Aperta: un abrazo, sí, pero pronunciado desde lo íntimo, desde el calor humano.

  • Arroiar: cuando llueve intensamente, sin pausa, empapando hasta el alma gallega.

  • Bico: un beso, aunque en gallego suena más breve, más dulce.

  • Brétema: esa niebla espesa que parece hecha de silencio y mar.

  • Morriña: tal vez la palabra gallega más universal, aceptada por la RAE. Se refiere a la nostalgia profunda por la tierra natal, por los afectos, por lo que se ha dejado atrás. Pero también encierra un tipo de tristeza suave, que se abraza en vez de rechazarse.

  • Ruliña: un pajarillo, pero también un apelativo cariñoso, como cuando una abuela llama así a su nieta.

  • Sarabia: granizo, aunque su sonoridad hace que se perciba como un fenómeno más agresivo.

  • Saudade: melancolía profunda vinculada al amor o la distancia. Se usa más en portugués, pero está presente en el gallego, donde comparte raíces.

  • Sentidiño: tal vez una de las palabras más útiles del idioma. Significa actuar con sentido común, con cuidado, con responsabilidad, pero también con amor por lo que se hace. Es una especie de sabiduría popular concentrada en una sola palabra.

Una lengua con historia y territorio

El gallego es una lengua románica, como el francés, el italiano o el catalán. Deriva directamente del latín introducido por los romanos en el noroeste peninsular y ya desde el siglo IX se diferenciaba lo suficiente como para considerarse una lengua propia. Su primer documento literario conocido es una cantiga satírica del siglo XII, y durante siglos compartió espacio con el portugués en la lírica medieval.

Tras un período de oscuridad (los llamados Siglos Oscuros), en el siglo XIX se produjo el Rexurdimento, el renacer cultural encabezado por figuras como Rosalía de Castro, autora del célebre Cantares Gallegos. Desde entonces, el gallego fue poco a poco recuperando espacio institucional hasta lograr su oficialidad junto al castellano en Galicia en el siglo XX y ser introducido en las escuelas.

Hoy se habla gallego en toda Galicia, pero también en partes de Asturias, León y Zamora, e incluso en enclaves de Extremadura. Gracias a la emigración, hay comunidades gallegoparlantes activas en ciudades como Buenos Aires, Montevideo, Barcelona o Zúrich, donde la lengua se mantiene viva a través de la prensa, la radio y los centros culturales.

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Gallego: una forma de ver el mundo

Lo que diferencia al gallego de otros idiomas no es solo su gramática o su fonética, sino la forma particular en que nombra las cosas del mundo. Palabras como «enxebre» o «sentidiño» no son solo léxico: son formas de entender la vida con un ritmo, una paciencia y una profundidad emocional únicas. En un tiempo globalizado donde las lenguas minoritarias a menudo luchan por sobrevivir, el gallego sigue siendo un ejemplo de resistencia, belleza y autenticidad.

Cada vez que alguien usa estas palabras, está ayudando a preservar un patrimonio cultural intangible que va mucho más allá de la lengua. Porque a veces, lo que no se puede traducir, es precisamente lo que más vale conservar.