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Champagne

Krug, burbujas de lujo y emoción

La Maison de Champagne Krug ha celebrado otra edición de su “Behind the scene” (tras las bambalinas), en la que ha presentado las nuevas ediciones de sus vinos principales, que destacan por su exclusividad y su perfección legendarias

Champàn Krug Cedida

John Maynard Keynes (1883-1946), lord Keynes, el economista más influyente del siglo XX, ahora vuelto a reivindicar por la izquierda, que siempre fue un elitista al que le gustaba provocar, decía que “mi único arrepentimiento en la vida es no haber bebido suficiente champagne”. No hay constancia de cuál era el favorito del autor de “La teoría general del empleo, el interés y el dinero”, tan citada como menos leída, pero tampoco importa. Eso sí, es inimaginable que no bebiera en bastantes ocasiones Krug. El que no lo pudo hacer fue Napoleón Bonaparte (1769-1821), a pesar de que, según la leyenda, solía explicar que “en la victoria te lo mereces; en la derrota lo necesitas”. El problema del corso es que hasta 1843, dos decenios después de su muerte en la remota isla de Santa Elena, Joseph Krug no fundó la Maison de Champagne en Reims y empezó a elaborar solo cuvées de prestigio. Por eso, tampoco nadie sabe qué hubiera dicho el hombre que cambió Europa de haber bebido, tras sus victorias y su derrota final, el champagne quizá más sofisticado que existe, convertido también, por su elaboración y su historia, en otra leyenda, alimentado con esmero por la propiedad y por la sexta generación de la familia Krug, representada por Olivier Krug, director y embajador de la bodega.

Krug es, por otra parte, la historia de una emoción. Beber una copa de Krug, no deja indiferente a nadie, ya sea el blanco o el rosado, por no hablar del superexclusivo Clos du Mesnil, elaborado con la producción de una pequeña parcela 1,84 hectáreas, delimitada por un muro, en el corazón de Le Mesnil-sur-Oger, localidad emblemática para la uva Chardonnay en la región de Champagne. El terreno, subdividido a su vez en otras cinco parcelas que producen cada una un tipo de vino –siempre Chardonnay- diferente, gracias a un microclima especial. La mezcla de todas ellas, de una misma cosecha, da origen al Krug Clos du Mesnil, tras nada menos que un periodo mínimo de 16 años en las bodegas de Krug. La compañía acaba de lanzar la edición 2009, un año con un invierno duro y una primavera suave, con tormentas de mayo a junio, que dio paso a un verano ideal para la uva, seco, con noches frescas durante la vendimia, que se concentró en los días 10 y 11 de septiembre. Julie Cavil, la maestra bodeguera de Krug (en la foto adjunta con su equipo) lo resume todo en una expresión tan lapidaria como sugerente: “Encapsular la alegría y la niebla matutina fresca de la primavera”.

Champàn KrugCedida

Los champagnes Krug, no obstante, pueden desconcertar a algunos paladares españoles menos familiarizados con cierto tipo de burbujas, pero nadie queda defraudado de la primera y diferente impresión. Krug celebró hace algunas semanas, en medio de una primavera fresca, por la temperatura, claro, de la Champagne, su anual Behind the Scene (tras las bambalinas), una apretada jornada, reservada a unos pocos privilegiados por invitación -en esta ocasión, LA RAZÓN incluida-, en la que además de presentar los vinos del año, la maestra bodeguera, Julie Cavil, y su equipo explicaron, con todo detalles –en ocasiones solo accesible para los hiperexpertos-, el proceso desde la cepa hasta el resultado final, espectacular, en la botella, luego en la copa y, al final, por supuesto, en el paladar de cada consumidor. Una experiencia, en definitiva, sensorial y de emoción, escenificada con el esmero y la naturalidad que oculta mucho trabajo y que no deja de ser deslumbrante y exigente.

Krug es magia y emoción, pero también hay números porque sin ellos todo lo demás, aunque algunos quieran eludirlo, todo lo demás sería imposible y forma parte del encanto y, por supuesto, del lujo. Krug elabora unas 500.000 botellas al año y, más allá de Francia, hay países y lugares, en donde este champagne despierta más que pasiones, como Japón -hay maridajes insólitos y espectaculares con sushi-, Estados Unidos y también Italia. El consumo en España de este fascinante champagne es residual por ahora, pero Manuel Reman, presidente de la Maison Krug, que trabajó tres años en Barcelona y conoce bien Madrid y sus cadenas de distribución, está convencido de que tiene mucho recorrido.

Olivier Krug, sexta generación de la familia Krug, es un gran y jovial comunicador, un anfitrión experto y eficaz, explica, con todo el aval y la tradición de su herencia –champagnera- familiar, que Krug es algo más que un vino, que un champagne. Es lujo, es exclusividad, pero sobre todo es emoción y, por lo tanto, también algo de magia. Gustavo Adolfo Bécquer, un poeta romántico del siglo XIX, muerto de forma prematura de tisis agravada por un enfriamiento invernal repentino, escribió una rima famosa que hablaba del amor como de “¡quién lo probó, lo sabe!” Los afortunados que han probado y los que probarán en el futuro un sorbo –y muchos más- de Krug y sus burbujas también experimentan y experimentarán una emoción indescriptible. Es la emoción que, por ejemplo, se tiene al probar, antes de salir al mercado, una copa de Krug Grande Cuvée 173éme Edition, de Krug Rosé 29éme Édition, por no hablar de insólita experiencia de degustar el Krug Clos du Mesnil 2009 en la misma parcela/terreno de donde proceden las uvas con las que se elabora con todo mimo. (Entre paréntesis, con admiración y sin acritud. Por supuesto es fascinante poder beber una copa de ese champagne en las mismas viñas, pero la emoción más auténtica y poderosa emerge en un entorno más tradicional –digan lo que digan-, por ejemplo, alrededor de una mesa y, por dar alguna idea, con una tapa del mejor jamón ibérico y algo de foie, para que nadie se moleste. Los japoneses lo prefieren con sushi, que es otra opción también válida, y hasta ahí se puede leer. Por si acaso, conviene advertir que apenas hay una 9.900 botellas de Krug Clos du Mesnil 2009. La bodega dice que es “preciso y cincelado”, pero lo mejor es probarlo y lo demás es literatura y, claro, emoción.

La gran pregunta, ¿qué hace de estos vinos algo tan excepcional? En realidad es algo tan simple como complejo de realizar. Por ejemplo, el Grande Cuvée 173éme Édition es el resultado de la combinación de 150 vinos diferentes de 13 añadas distintas, la más antigua de 2001 y la más joven de 2017. La mezcla es un 44% Pinot Noir, un 34% Chardonnay y un 22% Meunier, que incluye un 31% de vinos de reserva. La teoría y la bodega sugiere maridarlo con “merluza a la marroquí”, pero en España sería algo redundante porque cualquier buena merluza es un acompañamiento perfecto. También recomiendan –por supuesto- maridarlo con jamón de jabugo, algo que dobla la emoción, pero que al sur de los Pirineos es obvio. Por otra parte, el Rosé 29éme Édition es el resultado de la simbiosis de 29 vinos de 5 añadas, la más antigua de 2010, aunque la mezcla se construyó, sobre todo, alrededor de vinos de 2017, un 44% Pinot Noir –el macerado de la forma tradicional representa un 11%-, 34% Chardonnay y 22% Meunier. En Krug aconsejan tomarlo con, por ejemplo, solomillo de jabalí, sardinas a la parrilla o quiche de verduras y jalapeños. Descartan acompañarlo de dulces, pero es algo más que discutible, entre otras razones porque la emoción siempre está ahí y, sin duda, combina mejor con un chocolate puro, amargo, pero quen resistiría que acompañara a una tarta “tatin”. La opinión todavía es libre.

Krug es calidad, lujo, leyenda y emoción y, también por eso, exigencia ante los ojos y los paladares más exigentes. La emoción que tenían y tienen al beberlo personajes como Maria Callas, la diva más diva entre las divas de la ópera, Serge Gainsbourg (1928-1991), icono cultural francés -más conocido en España por haber sido el marido de Jane Birkin (1946-2023) y aquello de “je t’aime, mais no plus”- o Madonna, auténticos devotos de esas burbujas de emoción que hay en cada copa de Krug. Keynes, defensores y detractores al margen, tenía razón, nunca se ha bebido suficiente champagne y mucho menos Krug, sin olvidar la recomendación del Napoleón y la utilidad de ese vino -más aún si es Krug- en cualquier ocasión.