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Las hazañas amorosas de Ponce irritan a los taurinos
"Está centrado más en su nueva pareja que en su profesión", critican los profesionales, que aseguran no entender los mensajes de amor que escribió sobre el albero de la plaza
Diego es un incondicional de Enrique Ponce, lleva muchos años siguiendo al torero por todas las plazas de España e Hispanoamérica, y por primera vez muestra su preocupación ante el cambio de hábitos del diestro. El sábado pasado, hablaba con dos amigos en el coso de Osuna, tras acabar la corrida en la que Enrique tuvo comportamientos inusuales. El trío de aficionados, puristas al cien por cien, se preguntaba si «Ponce está más centrado en su nueva novia que en su profesión». Su comportamiento esa tarde se saltó los límites de lo que se espera de un torero la tarde que va a enfrentarse al astado. No es lógico que apareciera en el hotel donde le aguardaba su cuadrilla tan solo hora y media antes de que comenzara el festejo.
Eran las siete y media y toreaba a las nueve. Nunca había actuado así. Dicen que prefirió apurar las horas al lado de su novia veinteañera por encima del recogimiento, la oración, la comida con sus subalternos y el ritual de enfundarse el traje de luces. Su llegada a la plaza no se produjo hasta cinco minutos antes de la nueve. Para más inri, su desconcierto fue en aumento al encontrarse allí un grupo de mujeres con una pancarta alabando a su ex esposa, Paloma Cuevas, que le increparon al grito de «Paloma, Paloma». En el cartel, una frase que lo decía todo: «Paloma Cuevas. Te queremos. Animo». María, una de las protagonistas de las protestas, cuenta a LA RAZÓN que «la actitud de Ponce es indignante, sabe muy bien lo mucho que está sufriendo la madre de sus hijos. Esa chica le va a llevar a la perdición, hace de él lo que quiere, ese hombre está ilusionado con esa jovenzuela. Esa exhibición de carantoñas y fotos besuqueándose no vienen a cuento. Paloma Cuevas está demostrando mucha más lucidez en estos momentos tan duros. Es una gran señora, que lleva su “luto” con una gran dignidad y discreción».
Antes de comenzar la faena con su primer toro, Enrique hizo un gesto dirigido claramente a Ana, dibujando con una de sus zapatillas una A en la arena, algo que repitió antes de entrar a matara al segundo astado, cuando utilizó el estoque para plasmar la misma letra. Si no recordamos mal, nunca lo hizo con la P de Paloma. Se limitaba a dibujar una cruz, sin más. Los tiempos cambian y las intenciones también. Ponce parece un veinteañero enganchado a su primer amor.
El nuevo «Pagafantas»
Ana brilló por su ausencia en Osuna, quizá consciente de la expectación que causaba su posible presencia. Y mira que viene de una familia taurina, admiradora profundamente de Ponce. Pero quería ver a su hombre centrado en el toreo y no en el tendido. En este aspecto, su actitud parece loable. En el momento de escribir estas líneas pudimos confirmar que el diestro había llegado cinco minutos tarde al ruedo y no había rastro de la almeriense en el burladero o el tendido de la plaza de Navas de San Juan, en la provincia de Jaén. Precisamente el coso se llama Enrique Ponce y hay un busto del torero presidiendo el lugar.
A tan solo diez kilómetros de allí, se encuentra la finca La Cetrina, propiedad del diestro. Ayer por la tarde celebraba en ese lugar sus treinta años de alternativa, lidiando cuatro astados de su propia ganadería. Torero y ganadero en un mismo festejo. En Navas le nombraron «Hijo adoptivo», los vecinos sienten un gran cariño hacia él, que suele visitar la localidad siempre que está en su finca. Le consideran uno más por su sencillez y su simpatía. Pero les va a costar entender que ya no aparezca por allí con Paloma y las niñas, y sí con esa joven que ha dado un vuelco a su vida y a la que dedica encendidas frases amorosas en las redes sociales. La web «Informalia» le ha bautizado como el «Pagafantas», por sus invitaciones a los amigos de su chica, a la «pandilla» en la que él parece el papá ricachón de todos.
Paloma se encontraba hasta el pasado jueves en la finca, y ahora entiendo por qué la abandonó para viajar a Madrid. Seguramente, no quería estar allí con ese marido que la «ningunea» casi a diario, lanzando a los cuatro vientos frases de extremo cariño hacia la mujer que la ha desbancado en el corazón del torero. Ni ella ni sus dos hijas quieren formar parte de este circo mediático, aunque las dos niñas todavía se preguntan quién es esa chica tan joven que se besa con su padre por las esquinas costeras. Parece que ha perdido los sentidos sin importarle dimes o diretes. Paloma va por otros derroteros nada mediáticos. Y cuando dice «le deseo lo mejor al padre de mis hijas», no lo hace por cumplir, es sincero.
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