De todo corazón

Dinero vs poderío: lo que ha perdido la crónica social

Antonio David Flores y Rocío Carrasco
Antonio David Flores y Rocío CarrascoGtresMediaset

Son tiempos difíciles para el mundillo social donde nadie sabe dónde está ni de dónde viene: Mila Ximénez está ingresada de nuevo en un hospital madrileño tras sentirse mal, la íntima de Rocío Carrasco revela que vió cómo Antonio David Flores la maltrató, Anabel Pantoja –otra que tal baila– pide a su primo Kiko Rivera que la deje tranquila y la humorista y presentadora Paz Padilla se recupera de su ingreso hospitalario por el Covid-19. Parece una teatralizada y colectiva ceremonia de la confusión, «meigas fora».

Es tiempo de escalar, subir y situarse, incluso sin principios, y son muchos los que aplauden tal maquinación. Nada que ver con la añorada época donde Pitita Ridruejo era reconocida por discreto y refinado carisma o Beatriz de Orleans provocaba risas con sus desmesuradas pretensiones de realeza creyéndose prima hermana de Luis XIII. Era una sociedad que no escondía, disfrazaba ni disimulaba sus propósitos situadores. Entonces actuaban y maniobraban a cara descubierta muy distinto a lo actual, siempre envuelto en intrigas como de Agatha Christie o de película inglesa.

Ya nadie es lo que fue y todo compone una farsa o alta comedia social llena de trepas y arribistas. Es lo que se estila. Lo que se ha impuesto. Parece no tener marcha atrás, ni modo ni manera de frenarlo, en su escalada y destructiva marcha demoledora de categorías sociales. Crece, aumenta, arrasa y se desmorona por completo.

El sino de los tiempos donde nada es como era e imponen dinero y poderío sobre el antaño señorío y clase. No cabe duda que cualquier tiempo pasado fue mejor aunque entonces no lo pareciese. Y solo es el comienzo, podemos resignarnos a lo malo y prepararnos a pasarlo fatal. Porque lo que viene es todavía peor que lo que hubo, ya saben. Le tocará en algún momento también el turno a Antonio David Flores y sus circunstancias, problemas, líos y enredos que compondrán–¡ay!– el principal elemento alimentador de las aprovechadoras teles o de comentaristas como menda. Menuda actualidad más cutre la que vivimos, ¡puaff!