Joyas

El Estanque: el diamante real que nunca lucirá Doña Letizia

Esta es la historia de cómo se perdió la joya más espectacular de la Familia Real

La Reina Letizia en Suecia con vestido de gala de H&M
La Reina Letizia en Suecia con vestido de gala de H&MGtres

Doña Letizia heredó de su suegra al acceder al trono las famosas «joyas de pasar», un nutrido juego de joyería que, sin ser el más espectacular de Europa, sí que colocó a la Reina en una destacada posición como una de las mujeres poseedoras de una de las colecciones de alhajas más importantes del mundo. La mayoría de esas piezas proceden de lo poco que se ha conservado de las compras que hicieron Isabel II, María Cristina y Victoria Eugenia. Ellas son las mujeres que más valor aportaron al joyero real que, sin embargo, hace siglos que perdió la que era considerada su pieza más importante y representativa.

Al decir esto, mucha gente pensará automáticamente en la famosa perla Peregrina, que acabó en manos de la actriz Elizabeth Taylor, pero lo cierto es que esa joya formaba parte de un diseño todavía más impresionante junto con un diamante hoy casi olvidado. Porque si los reyes ingleses a partir del siglo XX contaron con el famoso Cullinam, desde tiempos de Felipe II la monarquía española era propietaria de la piedra más espectacular del mundo.

El espectacular e intenso color azul de ese diamante hizo que se le conociera como «El Estanque» y ya en su tiempo se alababa su perfección. De hecho, el joyero Juan de Arfe afirmó que era un «diamante perfecto». Con sus 100 quilates y corte cuadrado, al monarca le pareció el regalo perfecto para Isabel de Valois, su futura mujer y, al parecer, con esa idea se adquirió en Amberes, la capital de estas joyas en aquel tiempo.

Ana de Austria, con la joya, en un retrato de Bartolomé González y Serrano
Ana de Austria, con la joya, en un retrato de Bartolomé González y SerranoCedida/EFE

La piedra estuvo poco tiempo sola, ya que rápidamente se hizo para ella una base en oro que configuró lo que se conocería como el Joyel Rico de los Austrias. Este tipo de broche lucía, además de El Estanque, la perla Peregrina, configurándose así como una de las piezas de joyería más espectaculares que se conocían sobre la faz de la Tierra.

Símbolo de boato

Y si el valor intrínseco de las propias piezas no fuera suficiente, a esto hay que sumarle que, además, este joyel –considerado como el símbolo de poder de la dinastía de los Austrias– fue inmortalizado por algunos de los pintores más importantes de la historia del arte. Así, Antonio Moro, Alonso Sánchez Coello, Juan Pantoja de la Cruz o Diego Velázquez hicieron posar a sus modelos (es decir, a las reinas) luciendo en el pecho esta joya que aportaba más boato si cabe a los retratos de corte con los que pensaban (y así lo hicieron) pasar a la posteridad.

Con la llegada de los Borbones, el diamante pasó a un segundo plano, aunque siguió habiendo constancia de su pertenencia a la Familia Real. De hecho, allí se mantuvo hasta la llegada de José Bonaparte al trono español. Como era de imaginar, el expolio que realizó el gobierno afrancesado de los tesoros patrios también afectó a las joyas de la corona y, por supuesto, tanto la Peregrina como El Estanque cruzaron nuestras fronteras.

Eso sí, si bien la perla nunca regresó a nuestro país, el diamante sí que retornó a Madrid, provocando, de hecho, una disputa entre el Rey Fernando VII y su madre, María Luisa de Parma, por su posesión.

Fernando VII
Fernando VIIMuseo de El Prado

Aquel enfrentamiento se solucionó con la pérdida definitiva de la joya: con motivo de la boda de Fernando VII con María Cristina de Borbón, el Rey entregó el diamante como regalo a su suegro, Francisco I de las Dos Sicilias. El monarca encargó que El Estanque fuera engastado en la empuñadura de la espada que le envió, desapareciendo de esta manera para siempre y haciendo así que ninguna otra reina española haya podido lucir el diamante más importante de la historia de nuestro país.