Futuro
Portonovo, Ares y Aldán: en la mira de Don Juan Carlos
Al padre de Felipe VI le emociona el Océano Atlántico y baraja varias localidades gallegas como algo más que sus destinos vacacionales y deportivos
Para el Rey Juan Carlos I, Galicia se ha convertido en su centro de operaciones emocional, en el refugio sentimental al que regresa una y otra vez desde que fijó su residencia en Abu Dabi. Es el lugar en el mundo donde se siente cómodo, donde encuentra complicidad y afecto y donde comparte con algunos miembros de su familia y de su círculo más cercano las aficiones comunes a casi todos los miembros de los Borbón: el mar, la navegación y las regatas. En ese entorno figuran sus hijas, las Infantas Elena y Cristina, sus nietos Urdangarin y Marichalar, así como familiares colaterales como los sobrinos Zurita y Gómez-Acebo. Todos ellos crecieron entre veranos felices en Palma de Mallorca, donde las salidas en barco y las competiciones náuticas eran el punto de referencia de la vida estival. Aquella rutina veraniega estaba marcada por el olor a salitre y las maniobras en cubierta: la Infanta Pilar disponía de su propia embarcación, regalo de los barones Thyssen, mientras que la Reina Sofía seguía las competiciones desde el Fortuna o acompañaba a los nietos en la escuela de vela de Calanova.
En ese escenario, Don Juan Carlos participaba activamente, no como un invitado ocasional, sino como alguien que llevaba el mar en las venas, casi como parte inseparable de su ADN. Ese amor por la navegación no surgió por azar. Lo heredó de su padre, Don Juan de Borbón, Conde de Barcelona, quien se formó en la Royal Navy británica y cultivó desde joven una pasión marinera que transmitió a sus hijos. El abuelo del actual Rey Felipe VI navegó hasta donde le alcanzaron las fuerzas en el Giraldilla, un velero que, con el tiempo, fue restaurado para poder competir en la categoría de barcos clásicos. Aquel ejemplo marcó profundamente a Don Juan Carlos, que siempre se mantuvo fiel a la tradición marinera. Aunque en las últimas regatas ya no ha participado como timonel de su equipo en el Bribón, sigue presente en el mar, embarcándose en lanchas auxiliares para acompañar a la tripulación.
Pedro Campos, su aliado
Lo hace siempre de la mano de su gran amigo y confidente Pedro Campos, empresario gallego y pieza clave en esta etapa de su vida. Fue precisamente Campos quien impulsó la categoría 6M, permitiendo al monarca seguir vinculado a las competiciones a pesar de las limitaciones físicas y de los cambios de escenario. Con la progresiva desaparición de Mallorca como destino vacacional y deportivo, Sanxenxo se transformó en la nueva capital de sus pasiones náuticas. Allí encontró el calor humano que parecía perdido: un entorno discreto, receptivo y respetuoso. En su primera aparición hace cinco años, el Bloque Nacionalista Galego organizó una protesta, pero después de aquella jornada no se han vivido situaciones comprometidas. De hecho, la familiaridad de sus visitas ha hecho que incluso los medios de comunicación reduzcan el interés informativo en torno a ellas.
Las no reformas de Campos
La relación del Rey con Galicia tomó forma en un momento crucial. En agosto de 2020, cuando abandonó discretamente España por el aeropuerto de Vigo rumbo a Abu Dabi, nadie imaginaba que sería precisamente Galicia el lugar que marcaría su retorno periódico al país. Cada vez que vuelve, se instala en la casa de Pedro Campos, un chalé de dos plantas en Nanín, con vistas al mar y sin pretensiones. No es un pazo señorial, sino un hogar familiar donde se siente acogido. Paradójicamente, la casa contigua, propiedad de una hermana de Campos, resulta más amplia y lujosa que la que acoge al monarca, un detalle que él mismo ha sabido valorar como símbolo de discreción. Como explicó en su día el propio empresario, nunca se realizaron obras para adaptar la vivienda a las necesidades reales del huésped. «Nunca hemos tenido que hacer cambios ni añadir habitaciones en el primer piso, como se dijo en varias ocasiones», aseguró, desmontando rumores. No obstante, la idea de establecerse con residencia propia en Galicia ha rondado la mente de Don Juan Carlos.
Hace dos años, llegó incluso a estudiar emplazamientos en las zonas de Portonovo, Ares y Aldán. Su intención era evitar la sensación de ser un invitado perpetuo y tener un espacio propio donde sentirse en casa. Entre las opciones, la pintoresca ría de Aldán destacaba no solo por su belleza natural sino también por su conexión con otras figuras relevantes, como Amancio Ortega, quien suele elegir esas aguas para navegar en privado. Sanxenxo, sin embargo, se ha consolidado como mucho más que un simple refugio marítimo. Allí, el padre de Felipe VI ha encontrado una rutina que combina la práctica de su gran afición con la tranquilidad de un entorno amistoso, el puerto seguro tan ansiado.