Empresaria
Blanca Entrecanales: “La inspiración para mi granja fueron las políticas de mi familia”
Hija del fundador de Acciona, dirige una finca pionera en sostenibilidad. Tanto que hasta Alberto de Mónaco ha querido conocerla en persona. Así es su proyecto vital
Casi 300 hectáreas certificadas en ecológico, 289 vacas de raza avileña cruzada por limousin y bueyes avileños puros, 350 ovejas de raza talaverana, 1.340 pollos de engorde y 1.200 capones de raza de cuello pelado de cremiento lento, 1.200 gallinas de puesta, 80 hectáreas de cultivo, cuatro hectáreas de huerta e invernadero, cuatro hectáreas de frutales de hueso, 70 hectáreas de pradera, 16 hectáreas de reforestación de arbolado autóctono, un obrador, una sala de corte de carne y un almacén de logística y montaje de cestas. Todo esto más cero herbicidas, cero fertilizantes y un sistema de rotación de barbecho. Detrás de todas estas cifras, está una mujer que no se ha quitado las botas de campo desde 2011. Se llama Blanca Entrecanales Domecq. Es agricultora y ganadera sostenible. «Pero sobre todo: empresaria», espeta a la que escribe. Muchos la conocen por sus famosos capones rellenos precocinados y otros, por sus cestas de productos (carne, frutas y verduras) ecológicos. Lo cierto es que con el paso de los años, Blanca tiene cada vez que justificar menos eso de si el apellido ayuda abrir puertas en un negocio como este, ampliamente premiado por sus políticas de sostenibilidad nacional e internacionalmente. «Mi hermano José Manuel (ella es la primogénita) hablaba ya de sostenibilidad desde Acciona ya en los años noventa, cuando nadie lo hacía todavía. Por eso, Dehesa El Milagro es como es», recalca esta mujer que cultivó su pasión por el campo en los veranos de su infancia en Villimer (León) y en la finca de Jerez de la Frontera, Cádiz, la tierra de su madre.
Blanca es de ese tipo de mujeres que son elegantes hasta moviéndose entre el estiércol de sus animales. Alta, espigada y con un discurso no exento de sorna no se cansa de repetir cómo llegó a este pequeño rincón del mundo en Alcañizo, Toledo, una localidad situada en la Comarca de la Campana de Oropesa y con vistas a la Sierra de Gredos. Cuando Blanca se decidió por esta finca con su pareja de entonces, un artista francés, lo hicieron porque estaba solo a dos horas de la capital. «Al poco de comprarla, un día que íbamos hacia allí tuvimos un accidente terrible. Al cruzar en coche un paso a nivel sin barrera casi nos matamos. El tren nos lanzó por los aires, arrancó el motor de cuajo y aparecimos bocabajo colgados del cinturón de seguridad.Gracias a Dios todo quedó en una rotura de clavícula y una contusión de cervicales. Entonces comprendí lo maravilloso que estar viva. A raíz de esto cambiamos el nombre de la finca y la llamamos, como no podía ser de otra manera. El Milagro», relata. Casi dos décadas después, Blanca rompió con esta pareja y consultó a sus hijos Marta, Borja y Bruno hacer una explotación agrícola. «El hándicap era que no tenía conocimientos de agricultura (había estudiado Derecho) y me tocó estudiar, visitar otros proyectos sostenibles en Francia y rodearme de un buen equipo. Tuve la suerte de conocer a Antonio, un hombre que lleva explotando la tierra en la zona más de 30 años de forma sostenible». En 2021 más de cien cestas salen cada día desde Toledo con verduras, hortalizas recién cortadas y con sus productos precocinados que tienen cada vez más aceptación. Eso sí, prefiere no desvelar la identidad de sus clientes. Ahora está inmersa en la campaña de Navidad con el capón como protagonista. No deja de subir recetas a su blog a la vez que anima a probarlo ya hecho con la suya propia. Los buenos resultados hacen que casi medio centenar de trabajadores estén empleados en su floreciente negocio.
Que su espacio sea pionero en políticas bondadosas con el suelo y el ecosistema, hace que reciba múltiples vistas. Tantas que atrajeron la atención del príncipe Alberto de Mónaco. «Es un gran honor que un Jefe de Estado y creador de la Fundación que lleva su nombre, inspirada en los mismos principios que dan sentido a nuestro proyecto, se haya interesado en nuestra granja», recogió Blanca en su cuenta de Instagram, donde acumula casi 17.000 seguidores que gestiona ella misma. «Fue marzo de 2017 cuando nos visitó Alberto de Mónaco. Un gran impulso para dar visibilidad de nuestro proyecto», relata. A la pregunta de su algún miembro de la familia real española había visitado su explotación, la respuesta es no.
Blanca es hija de José María Entrecanales, el artífice en 1997 del nacimiento de Acciona, y de la andaluza Blanca Domecq. Su progenitor vivió la última etapa de su vida en su finca de Santa Cruz de Retamar en Toledo, dedicado en cuerpo y alma a mimar su preciado Arrayán, el vino que ha heredado el nombre del barco familiar. Es la mayor y la única mujer de cinco hermanos. El ya mencionado José Manuel, actual presidente de la compañía, Bruno, Daniel y Álvaro. Más que abrirle puertas, piensa que su apellido siempre ha sido en su negocio «garantía de seriedad». Fruto de su matrimonio con Javier de la Rica Aranguren nacieron sus tres hijos. Con ninguno de ellos tiene montada la granja, eso sí les recibe puntualmente los findes de semana junto con sus nieto, pero el día a día de este proyecto lo dirige ella sola. Marta es interiorista y le ha ayudado en la decoración de las casas de la granja. Muchos le pusimos cara cuando se casó en Biarritz en 2011 con Guillermo, hijo de Pablo Castellanos. Sus dos hijos varones son Bruno, que es abogado, y Borja, el empresario y financiero, casado con la aristócrata Pino Gil de Biedma. Con este último es con quien más ha colaborado. «Tiene una mente privilegiada. Ahora vive en México, pero le sigo pidiendo consejo», desliza. Entre tanta alcurnia, a Blanca, que ha heredado el carácter campechano de su padre, a quien le gustaría conocer es a Greta Thunberg. «Tiene una fuerza fuera de lo normal. Su movimiento ha sido decisivo», zanja esta mujer que ha aparcado sus apellidos y está entregada en volver a los orígenes, al cuidado del suelo. «Nunca me imaginé que sería una referencia», concluye.
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