Genio de la Moda
Balenciaga, así eran los dos hombres a los que amó intensamente
Reconocido uno y olvidado el otro, así fueron los personajes que enamoraron al genio de la moda Wladzio D’Attainville y Ramón Esparza
La semana pasada, el mundo de la moda asistió a un momento único. Vanessa Friedman, de la sección de moda de The New York Times, calificó incluso el desfile de alta costura de Maison Margiela de «histórico» y en París se oían cosas como «John Galliano ha estado sublime» o «es un verdadero genio». Algunas personas han llegado a decir que hacía más de una década que la moda no asistía a algo como aquella presentación que para muchos, y basta ver el vídeo, rozó el éxtasis.
El puente de Alejandro III de la capital francesa, antes de estar la ciudad asediada por los agricultores, disfrutó de un momento único que la propia cabecera americana ha llegado a calificar como el momento de «redención» de Galliano, autor de todo aquello y un diseñador que desde su polémica salida de Christian Dior no había vuelto a darnos un motivo tan claro para calificarlo de maestro de la costura.
A unos metros de allí y a tan solo 10 minutos caminando, se encuentra el edificio que albergó los talleres parisinos de un creador al que el propio Galliano reconoce como genio: Cristóbal Balenciaga. Y casi en las mismas fechas, los dos hombres están en boca de todos. Uno por su nuevo trabajo y otro por el reconocimiento que ha supuesto a su trayectoria la primera serie de Disney + en nuestro país.
Compuesta de seis capítulos, se estrenó hace dos semanas en Madrid con un aplauso generalizado de la concurrencia que pudo contemplar los tres primeros episodios. La historia cuenta la llegada a París del modista de modistas y va un paso más allá, ofreciéndonos el perfil más desconocido de don Cristóbal, como le llamaban los que trabajaban con él.
Si la audiencia está atenta, encontrará en todos los capítulos detalles que nos narran cómo se trabajaba en la casa, pero, sobre todo, descubrirán su lado más desconocido. Meterse en esa historia, que ha sido protegida durante décadas por la familia, es una aventura a la que pocos se han atrevido. Boris Izaguirre lo realizó hace años en un artículo para la revista Vanity Fair en 2013 y yo, si me permiten la autoreferencia, lo abordé en «Aquel verano en París». Pero la serie de Disney + ha pensado que había llegado el momento de ver a Balenciaga rozar los labios de un hombre.
El diseñador vasco siempre fue muy protector de su vida privada y solo se publicaron dos artículos con su participación. Estos se pueden ver en el Museo Balenciaga de Getaria, donde se analiza toda su trayectoria y en el que cada vez se escucha más el nombre de Wladzio D’Attainville. Él fue quien acompañó en la aventura parisina a Cristóbal, junto con el matrimonio Bizcarrondo.
En la serie, a la primera pareja de Balenciaga le da vida el actor Thomas Coumans. A él le toca ponerle rostro y voz a una persona clave dentro de la casa que fue su compañero de vida durante más de diez años. Su fallecimiento en Madrid, aseguran, dejó totalmente devastado al de Getaria. Él había sido durante años el hombre que aplacaba sus demonios… y no solo eso. Como se ve en la serie, él le ponía a veces el rock&roll a la casa, con unos sombreros que a veces contaban con más éxito que los propios vestidos. Ambos disfrutaron de una vida relativamente normal en el París de finales de los años 30 y 40, donde se dejaban ver y donde vivían juntos, algo que ya habían hecho en San Sebastián. Elisa Erquiaga, que trabajó durante años en la casa donostiarra, recordaba en una entrevista en 2011 en el periódico «Deia» que el maestro «vivía con un señor francés muy guapo» y que todas sabían lo que había entre ellos pese a que «nadie hablaba de eso». Se ha llegado incluso a afirmar, y se ve en la serie, que el propio Balenciaga vistió París de negro en señal de luto por el fallecimiento de Wladzio, aunque lo cierto es que, pese al impacto que tuvo aquella situación inesperada, la colección estaba diseñada con anterioridad.
Pero si el Museo Balenciaga dedica cada vez más espacio a D’Attainville, lo cierto es que no se oye hablar nada de Ramón Esparza. Tampoco lo hizo Boris Izaguirre, que incluso llegó a afirmar que no volvería a disfrutar del amor. Pero sí volvió a enamorarse, o eso afirman quienes conocieron a Ramón, el joven navarro que consiguió un hueco en la casa y que, según afirman algunas fuentes, Nicolás Bizcarrondo se encargó de poner en el disparadero de Cristóbal para intentar reanimar al artista y que se le fuera de la cabeza aquello de cerrar la casa. Dicen que un clavo saca a otro clavo, y parece que aquí funcionó.
Eso sí, la historia no ha sido nada justa con Esparza, olvidado hasta hace poco. Él fue quien acompañó al maestro durante más de 20 años y se podría incluso afirmar que murió en sus brazos. Él fue quien lideró con muchas energías el reconocimiento que la sociedad española le haría al genio de Getaria en 1974 en la exposición que analizó su obra: «Ramón es el gran desconocido», me aseguraba Mariu Emilas, autora de «Balenciaga: mi jefe», hace unos años. «Fue una bellísima persona y tras la muerte del señor Balenciaga se dedicó a divulgar su obra».
Él era una de las pocas personas que podía opinar cuando el maestro estaba en el taller: «Siempre estaba en las pruebas y en los preparativos de la colección, ya fuera para darle el alfiler o para, incluso, atraverse a dar su opinión», explicaba Emilas, nieta de Juan Emilas, uno de los hombres de mayor confianza de Balenciaga. «Mi padre recordaba siempre una ocasión, en París, cuando probaban un vestido y Ramón le sugirió ponerle un lazo en un escote. Solo él podía atreverse a eso, aunque luego don Cristóbal le contestara que no hacía falta». El amor te permite esas confianzas.
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