Aniversario
Doña Elena, treinta años después: soltera y feliz
El próximo 18 de marzo se cumplen 30 años de la boda de la infanta Elena y Jaime de Marichalar en Sevilla
El 18 de marzo de 1995, hace treinta años, la catedral de Sevilla se convirtió en el escenario de un acontecimiento sin precedentes en España desde los tiempos de Alfonso XIII. La Infanta Elena, primogénita de los Reyes de España, unía su vida a Jaime de Marichalar, heredero de una familia aristocrática con raíces en Navarra. A diferencia de sus predecesores, quienes contrajeron matrimonio en el extranjero, la elección de Sevilla otorgaba un aire de tradición y cercanía a la monarquía española.
Marichalar, entonces empleado en el banco Credit Suisse en París, disfrutaba de una relativa privacidad hasta que un avistamiento al volante del coche de la Infanta desató los rumores. Poco después, la Casa Real confirmaba lo que ya era un secreto a voces: la boda se celebraría en marzo de 1995. Sevilla, majestuosa y barroca, se vistió de gala para recibir a la pareja, mientras los medios de comunicación nacionales e internacionales se disputaban cada detalle.
La duquesa de Lugo llegó al altar con un vestido de Petro Valverde, en una ceremonia donde las campanas repicaron y los monumentos de la ciudad se iluminaron hasta el amanecer. Pero como en tantas historias de príncipes y princesas, el «felices para siempre» no duró. Quince años después, el cese temporal de la convivencia oficializaba lo que ya se intuía: los duques de Lugo tomaban caminos separados. Con dos hijos en común, Froilán y Victoria Federica, la infanta Elena se convertía en la primera de su linaje en divorciarse legalmente. No obstante, ni su divorcio ni su posición menos visible en la Familia Real alteraron su estilo de vida.
Una vida tranquila y discreta
Discreta pero fiel a sus hábitos, Elena sigue montando a caballo en la Zarzuela, mantiene su rutina en Mapfre y reparte sus veranos entre Palma y el campo de su amiga Rita Allendesalazar. Su círculo íntimo, compuesto por rostros como Luis Astolfi, Alfredo Fernández Durán y Carlos García Revenga, sigue siendo su refugio. También lo son sus primas, Mencía Morales, Simoneta Gómez-Acebo y María Zurita, así como Ana Pérez-Lorente, esposa de Antonio Resines y compañera de colegio. No se le ha conocido pareja tras su divorcio. Su tiempo y energía se centran en su familia, especialmente en su padre, a quien visita con cierta frecuencia en los Emiratos o acompaña en sus estancias en Sanxenxo. Entre la equitación, la vida social discreta y su lealtad inquebrantable a Don Juan Carlos, sigue su propio camino, ajena a la vorágine mediática de sus hijos. Como dice Julio Iglesias, «la vida (para ella) sigue igual».