Cargando...

Reconciliación familiar

Pierce Brosnan, Christopher y el milagro tardío de Notting Hill

El hijo que un día tuvo que echar de casa -"ocúpate de vivir o de morir"- reaparece ahora del brazo de su padre, en Londres, con aspecto saludable. No es solo reencuentro familiar: es reparación histórica

Pierce Brosnan, con sus hijos Sean, Dylan y Christopher, en la premiere de Weinstein Company's 'No Escape', en 2015 Gtres

Hay hilos narrativos que Hollywood estira y estira sin pudor, pero que, cuando se cumplen en la vida real, nos dejan sin voz. Este, por ejemplo: el James Bond más suave de la franquicia paseando por Notting Hill con el hijo que un día tuvo que expulsar de su vida para intentar salvarlo.

Christopher -adoptado por Brosnan en 1986, cuando murió Dermot Harris, el primer marido de Cassandra Harris- siempre cargó con una genealogía hecha de duelos. Cassandra murió en 1991, cáncer de ovario. Su hermana Charlotte -también hija biológica de Cassandra y adoptada por Pierce- murió por la misma enfermedad. Y Christopher se hundió en su propio abismo: cocaína, heroína, coma. Pierce lo contó sin filtros en Playboy, 2005: "Solo puedo tener fe. Él sabe cómo salir. Solo que no quiere".

"Ocúpate de morir"

Esa frase era una sentencia literaria. Y después vino otra, aún más brutal: "Yo he apartado a Christopher. Tuve que decirle: vete. Ocúpate de vivir o ocúpate de morir".

Por eso estas nuevas imágenes valen más que cualquier comunicado: Brosnan y Christopher, 52 años, gabardina marrón, gafas a juego, saliendo de restaurante londinense junto a Dylan, otro de los hijos del actor. El Mirror lo ha contado sin exageración: parecían felices, relajados, como si la historia hubiera encontrado un nuevo cauce.

Pierce Brosnan comparecerá ante el Centro de Justicia de Yellowstone tras haber ingresado en zonas termales protegidas

Los tabloides han querido reconstruir el arco: ¿superó Christopher sus adicciones? ¿Qué ocurrió en ese intervalo de silencio? ¿Cómo se fabricó este reencuentro? No hay respuestas oficiales: Brosnan no ha dicho nada. Y quizá esa ausencia de statement sea, en sí, un statement. Porque cuando un padre tiene que expulsar a un hijo para salvarse a sí mismo del dolor, y, décadas después, vuelve a caminar junto a él, no necesita narrarlo. Basta con aparecer.

Lo más bonito del paseo en Notting Hill no es que sea prueba de recuperación. Es que es prueba de posibilidad. Hay historias -familiares, químicas, mortales- que parecen sin retorno. Y, de pronto, ahí están: tres hombres saliendo de un restaurante, riéndose. Pierce Brosnan no necesitaba ya redención pública. Pero quizás sí necesitaba este plano. Y el mundo también.