Reconciliación familiar
Pierce Brosnan, Christopher y el milagro tardío de Notting Hill
El hijo que un día tuvo que echar de casa -"ocúpate de vivir o de morir"- reaparece ahora del brazo de su padre, en Londres, con aspecto saludable. No es solo reencuentro familiar: es reparación histórica
Hay hilos narrativos que Hollywood estira y estira sin pudor, pero que, cuando se cumplen en la vida real, nos dejan sin voz. Este, por ejemplo: el James Bond más suave de la franquicia paseando por Notting Hill con el hijo que un día tuvo que expulsar de su vida para intentar salvarlo.
Christopher -adoptado por Brosnan en 1986, cuando murió Dermot Harris, el primer marido de Cassandra Harris- siempre cargó con una genealogía hecha de duelos. Cassandra murió en 1991, cáncer de ovario. Su hermana Charlotte -también hija biológica de Cassandra y adoptada por Pierce- murió por la misma enfermedad. Y Christopher se hundió en su propio abismo: cocaína, heroína, coma. Pierce lo contó sin filtros en Playboy, 2005: "Solo puedo tener fe. Él sabe cómo salir. Solo que no quiere".
"Ocúpate de morir"
Esa frase era una sentencia literaria. Y después vino otra, aún más brutal: "Yo he apartado a Christopher. Tuve que decirle: vete. Ocúpate de vivir o ocúpate de morir".
Por eso estas nuevas imágenes valen más que cualquier comunicado: Brosnan y Christopher, 52 años, gabardina marrón, gafas a juego, saliendo de restaurante londinense junto a Dylan, otro de los hijos del actor. El Mirror lo ha contado sin exageración: parecían felices, relajados, como si la historia hubiera encontrado un nuevo cauce.
Los tabloides han querido reconstruir el arco: ¿superó Christopher sus adicciones? ¿Qué ocurrió en ese intervalo de silencio? ¿Cómo se fabricó este reencuentro? No hay respuestas oficiales: Brosnan no ha dicho nada. Y quizá esa ausencia de statement sea, en sí, un statement. Porque cuando un padre tiene que expulsar a un hijo para salvarse a sí mismo del dolor, y, décadas después, vuelve a caminar junto a él, no necesita narrarlo. Basta con aparecer.
Lo más bonito del paseo en Notting Hill no es que sea prueba de recuperación. Es que es prueba de posibilidad. Hay historias -familiares, químicas, mortales- que parecen sin retorno. Y, de pronto, ahí están: tres hombres saliendo de un restaurante, riéndose. Pierce Brosnan no necesitaba ya redención pública. Pero quizás sí necesitaba este plano. Y el mundo también.