Tamarismo
Yurena, la diva imposible que Los Javis convierten en «Superstar»
La televisión la aupó a los cielos de la modernidad desde el «underground» madrileño y ella sola creó el «tamarismo»
Tamara Seisdedos, edificó su lugar en el mundo al entrar en el radar de «Crónicas marcianas» en 2000, junto a su madre Margarita, la gran matriarca que cambió de alguna manera nuestra forma de entender la fama. Nació el fenómeno llamado «tamarismo», una corriente casi filosófica que anulaba a los mediocres y preconizaba que no hacía falta un talento especial para ser famoso, solo carisma.
Esa corriente se perpetúa hoy con Los Javis, que colocan en Netflix la serie «Superestar», con seis capítulos que llevan los comienzos artísticos de la cantante a la gran pantalla. Así lo resumen en su presentación: «Con el cambio de siglo un cometa atravesó el cielo de España desmontando las leyes de la fama y el éxito, desintegrando la frontera entre lo popular y lo underground. Durante un par de años las portadas y las horas de prime time fueron conquistadas por famosos de otra dimensión. Criaturas que hasta entonces parecían condenadas a la burla y el desprecio y que acapararon nuestra atención sin adaptarse a ninguna normalidad. Un relato mágico donde caben conspiraciones esotéricas, noches eternas, ladrillos cuánticos, supervillanos multicolores y una improbabilidad hecha estrella: Tamara».
La Marisol de Santurce
Tamara desde muy pequeña quiso ser famosa. Algo así como la «Marisol de Santurce». La artista nos lo contaba en infinidad de entrevistas en esos ocho años que esculpimos su imagen en «Crónicas Marcianas». Jorge Salvador, CEO ahora de «El Hormiguero», tuvo claro «que tenía un diamante sin pulir» desde el primer día que la vio en Gestmusic. Tenía ante él una joven que se moría por triunfar en el mundo de la canción y una madre que le daba tanto juego como la hija.
Tamara llegó a Madrid a finales de los noventa con sus maquetas bajo el brazo y dio con una pandilla de aspirantes a famosos que entraron como un torrente en la parrilla televisiva de las privadas. Figuras como Alaska, Carlos Berlanga, Boris Izaguirre o Agatha Ruiz de la Prada la auparon a los cielos de la modernidad.
Un detalle a tener en cuenta en su puesta en escena era que la cantante tenía un plus con respecto a otras artistas que triunfaban en su época, un plus con nombre y apellidos: su madre, la ya fallecida Margarita Seisdedos, todo un personaje que, como las matronas de las folclóricas, defendió con uñas y dientes a su hija por los programas y los platós de la televisión que atacaban a su «pequeña»
Margarita no era de arrastrar baúles, sino más bien, de portar el mítico bolso, donde guardaba un ladrillo con el único objetivo de defender a su niña. Y así madre e hija fueron recorriendo los escenarios televisivos de una España que ya estaba sentando la base en la manera de relacionarnos con la fama que ahora vivimos, en pleno siglo XXI.
A punto de dar un ladrillazo
Margarita siempre estuvo muy orgullosa de su hija María del Mar, luego Tamara, Ámbar y actualmente Yurena. Un día que el equipo de «Crónicas Marcianas» nos trasladamos al desierto de Marruecos para un rodaje con ella, coincidió en el hotel Xaluca con Penélope Cruz, que rodaba junto a con Matthew McConaughey la película «Sáhara». Penélope también iba acompañada por su madre, Encarna Sánchez, con quien Margarita discutió por unas hamacas en la piscina. Sin amedrentarse ni soltar el bolso, le dijo: «Oye, madre de Penélope. Tu no vayas de chula, que, si tu hija es «P», mi niña es Tamara y eso es mucho más». Después del rifirrafe, nos trasladamos al corazón del desierto para rodar una subasta de Tamara por camellos. Margarita se alteró cuando vio que los bereberes se llevaban a su hija y dejaban allí diez camellos. Con el disgusto de pensar que podía ser verdad, perdió el equilibrio y se cayó rodando por la duna varios metros, unas imágenes que dieron la vuelta al mundo.
Una biografía de cine
La historia de Tamara y su madre al lado de una pandilla de aspirantes a famosos aprovechando el boom de las privadas era digna de guión. Fueron muchos los que arribaron en aquellas noches locas donde podía pasar de todo en pantalla: Leonardo Dantés, Tony Genil, Loly Álvarez, Arlequín… En medio de todos, siempre ella: Tamara, que sobrevivía, mientras el resto iba cayendo en el olvido.
Su mejor herramienta era siempre la inocencia y la candidez, incluso cuando martilleaba horas y horas los tímpanos de algunos con los estribillos de «No cambié» o «A por ti». Su forma de hablar, de moverse y de vocalizar y su aspecto ambiguo cautivaron a un público que se hizo incondicional.
La cantante se convirtió en todo un fenómeno y la apoyaban a muerte cuando aparecía en cualquier cenáculo. Así ocurrió en un estreno en la Gran Vía, cuando apareció Arlequín a cuestionar la profesionalidad de Tamara. Margarita Seisdedos, bolso en mano con ladrillo incluido, golpeó al friki de turno mientras la gente jaleaba «Tamara, Tamara diosa de las diosas». Con su disco «Yo gano», un maxi sencillo que contenía los temas «A por ti» y «No cambié», gano su dinerillo ya que paso a los anales de la música como un auténtico éxito como descarga de sintonía para móviles. El CD ocupó la primera posición en la lista AFYVE de singles más vendidos durante diez semanas y alcanzó el disco de oro. Luego Alaska la amadrinó publicando un álbum de estudio de 14 temas llamado «Superestar», de donde nace el nombre de la serie de Los Javis. Llegó a ser un icono gay y una de las pocas divas que, en revistas como Zero, ocupó portada.
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