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Las horas más dramáticas de Sara Carbonero

La periodista lo ha dejado todo para volcarse en su marido, cuyo futuro deportivo está en el aire tras el infarto sufrido el pasado 1 de mayo.

Sara Carbonero llegando al hospital CUF en Oporto este jueves / Efe
Sara Carbonero llegando al hospital CUF en Oporto este jueves / Efelarazon

La periodista lo ha dejado todo para volcarse en su marido, cuyo futuro deportivo está en el aire tras el infarto sufrido el pasado 1 de mayo.

«Los cambios forman parte de nuestra vida y pueden ser la ocasión perfecta para reinventarse, para conocerse mejor a uno mismo y abrazar sin temor lo que está por llegar». Cuando Sara Carbonero (35) abanderaba la aceptación de lo inesperado con la llegada de 2019, jamás pensó que justo cinco meses después la vida le serviría su frase en bandeja. Las últimas 72 horas de la periodista, recuperada en febrero para la causa de Mediaset, han sido un entrar y salir del hospital privado CUP Porto, en el que Iker Casillas (37) ingresó el pasado 1 de mayo tras sufrir un infarto agudo de miocardio mientras entrenaba con el club que le adoptó tras su salida del Real Madrid en 2015. Desde esa fatídica y a la vez milagrosa mañana del Día del trabajador, toda la península ha estado pendiente del galáctico de Móstoles. Y por encima de todos, Sara, la mujer que le robó ese músculo ahora maltrecho allá por 2010. A la toledana la hemos visto nerviosa y preocupada llegando el pasado jueves al centro hospitalario, con gafas oscuras y conduciendo su propio coche. Apareció a primera hora de la mañana para acompañarle en las pruebas médicas y reincidió en el turno de tarde para acercarle al meta una medicina infalible y sin receta: la compañía de sus dos hijos, Martín (5) y Lucas (3). «No puedo decir mucho. Está todo muy bien. Se va a quedar unos días más, no sé cuántos. Serán los médicos quienes lo digan. Por ahora está todo controlado. Voy con los niños que quieren ver a su papá». Éstas fueron las primeras declaraciones de la reportera ante los más de 20 medios que velan día y noche cada latido del futbolista mejor pagado de Portugal, pese a estar en el ocaso de su carrera deportiva. Antes y después de ese desahogo, silencio. La hija pródiga de «Deportes Cuatro», que estaba grabando una entrevista para dicho espacio cuando recibió «la llamada», se ha mostrado hermética en las últimas horas. Le ha dado pocos detalles a sus íntimos más allá de un «estoy bien» y la callada por respuesta a cientos de mensajes. Algo totalmente comprensible. Carbonero ha vivido las horas más angustiosas de su vida. La «influencer» por excelencia, con permiso de Dulceida, pasó de promocionar sonrisa en Tarifa junto a Gisela Pulido, campeona del mundo de kitesurf esa mañana de miércoles, a descontar los kilómetros que la separaban de la UCI donde estaban interviniendo a su marido. Sara cogió primero un coche hasta Jerez y luego un avión a Madrid. En la capital, unas horas de espera eternas, en la que estuvo permanentemente informada de la evolución de Iker, al que le tuvieron que someter a un cateterismo para colocarle un stent. En los primeros momentos había posibilidad de que el infarto se repitiera y eso aumentaba la ansiedad de su entorno. 1.200 kilómetros y mucho sufrimiento más tarde, Sara desembocaba al lado de su cama. Lágrimas, mucha emoción y una foto con dedicatoria para sosiego de un país: «Afortunadamente todo ha quedado en un susto –revelaba mientras acariciaba a Iker– . Como me decía una buena amiga, la vida tiene a veces esa extraña manera de recordarte celebrar cada latido». Tras esta instantánea, otra de Casillas sumaba quietud: «Todo controlado por aquí, un susto grande pero con las fuerzas intactas». El optimismo del madrileño, cuyo eslogan es «y como no sabía que era imposible, lo hizo», se fue tornando en desazón a medida que los mass media daban voz a los especialistas. «Iker ha tenido mucha suerte –apuntaba Juan Antonio Corbalán, ex jugador del Madrid y prestigioso cardiólogo en «Espejo Público»– pero también creo que es imposible que una persona vuelva a hacer deporte tras esto, con lo que imagino que no va a poder jugar al fútbol». Nelson Puga, el médico del Oporto, inclinaba la balanza a la prudencia: «Dependerá de la medicación, de la evolución que tendrá que ser hecha en situación de reposo y de estrés y de la voluntad que tenga en continuar».

Frente a las dudas sobre su futuro deportivo, que hace mes y medio renovaba con el Oporto por dos años y un sueldo de 7,5 millones, lo que es una certeza es que nuestro portero más laureado tiene más que garantizada su jubilación. En 2015, cuando el Madrid le abrió la puerta de salida, la revista «People» cuantificó su fortuna en unos 231 millones de euros. Solo un año antes, aparecía en la lista de futbolistas mejor pagados con 82 millones y dos años después, la marca de ropa con la que se lanzó en 2014 al mundo de la moda, 1K, ya facturaba 2,4. Casillas World S.L, una empresa dedicada a la representación que fundó en 2015, también dobló sus beneficios hasta alcanzar los 2, 3 millones. Aunque no todos los negocios que toca Iker tienen tanto éxito como cuando él está bajo palos: Casillas Fútbol&Marketing 2011 S.L, una empresa de alquiler de bienes inmobiliarios, está inactiva y con un último balance de pérdidas de 7.000 euros. Si nos enfocamos en la rentabilidad de Sara, el balance sigue sumando ceros al tándem. Tras firmar su excedencia en Telecinco, donde según el portal Informalia cobraba 300.000 euros al año, la periodista se convirtió en un icono de moda y una de las «influencers» más solicitadas. Su negocio de venta de ropa, Slow Love, arrancó con 40.000 euros y cerró en 2017 con ventas de hasta dos millones. O sea, Iker y Sara podrían vivir sin trabajar. Otra cosa es que ahora mismo eso sirva de consuelo a nuestro Santo del Mundial: «Casillas ahora mismo está descolocado –confiesa a LA RAZÓN una fuente de su entorno–. De un día para otro, ha dejado de hacer lo que lleva haciendo los últimos 20 años. Va a necesitar ayuda y ahí Sara va a tener un gran papel». Al cierre de esta edición, Carbonero publicaba el vídeo de su entrevista en Tarifa. «Yo voy a tener tiempo de verla», reaccionaba Iker. De momento, se lo está tomando con humor.