Disputa familiar
El quinto hermano de las Koplowitz se queda sin herencia
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo inadmite el recurso por la herencia de Carlos Koplowitz, hermano de Alicia y Esther
Carlos Koplowitz (62 años) no cierra capítulo. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo inadmite el recurso por la herencia que interpuso en junio de 2023 para reclamar la parte que le corresponde como hijo biológico de Ernesto Koplowitz, padre de las poderosas empresarias Alicia y Esther, fallecido en 1962. Ante esta situación, ha decidido recurrir a la ONU, Sección de Derechos Humanos, en Suiza, según ha anunciado esta mañana en rueda de prensa en Sevilla, junto a su abogado Fernando Osuna.
Tres familias paralelas
Es el quinto hermano del clan Koplowitz. Su padre, el empresario Ernesto Koplowitz Stenberg, falleció a causa de una caída del caballo, a los 52 años, sin tiempo para poner orden en sus propios asuntos. El patriarca del FCC tuvo cinco hijos. Ernesto e Isabel, sí reconocidos, nacieron de su relación con Isabel Amores. Alicia y Esther, de su matrimonio con Esther Romero de Joseu. El último, este empresario que reclama su parte de la herencia paterna nació del romance extramatrimonial con la venezolana Albertina Rangel. Al morir, Ernesto dejó tres familias decapitadas en lo emocional y, en el caso de Carlos, también en lo económico. Él tenía solo nueve meses.
Su madre, Albertina, trabajaba como secretaria de dirección en Venezuela cuando conoció a Ernesto en un restaurante. La atracción fue mutua y él consiguió que la joven se trasladase a Europa para continuar su idilio clandestino sin levantar sospechas. Se alojó en Madrid, luego en Francia, Suiza… En este último país nació Carlos. Todo en la ocultación para una mujer a quien, según el relato del abogado de su hijo, le hacía creerse querida.
Matrimonio concertado
Con el fin de evitarle el estigma del embarazo en la soltería, ajustó el matrimonio de su amante con uno de sus empleados, una situación que ella enseguida repudió. Sin medios para sobrevivir y sin el amor de su vida, Albertina regresó a Venezuela con su hijo. Hasta 2012, Carlos llevó el apellido del marido forzoso de su madre, Iglesias. Ese año, después de 25 batallando por ser reconocido como hijo biológico, cumplió su primer deseo. La Justicia reconoció su filiación a la vista de los resultados que arrojaron las pruebas genéticas, una vez exhumados los restos mortales del padre.
El camino no fue fácil, según cuenta a LA RAZÓN Osuna. Para demostrar su identidad, tuvo que arrancar de cero, tirando de lo más sagrado: la vida íntima de su madre. Su memoria, el álbum fotográfico familiar y unas cartas de amor que Albertina había guardado como oro en paño. Todo por demostrar que, además de hijo, Carlos era el fruto de un amor y no de una locura pasajera. La correspondencia entre 1956 y 1961 fue decisiva para justificar la exhumación del cadáver y también para ratificar ante la Justicia ese vínculo familiar real.
En la adolescencia, Carlos tuvo contactos intermitentes con algunos de sus hermanos, especialmente con Ernesto, el primogénito. Además, gracias al empresario estadounidense Louis Gonda, amigo del patriarca, y con la mediación de los Albertos (entonces casados con las hermanas Koplowitz), Albertina consiguió por parte de la acaudalada familia algunas ayudas económicas.
Una herencia incalculable
Tras la negativa de las hermanas a admitir su derecho a la herencia y, con varias sentencias en contra por parte de los tribunales españoles, el verano pasado elevó la demanda ante el Tribunal de Estrasburgo. Esa herencia que dice que le corresponde es, según su abogado, incalculable. «Han pasado más de 60 años y habría que actualizar todos los valores, pero lo que ahora se debate no es la cantidad, sino el derecho a heredar».
A pesar de este varapalo, Carlos continuará luchando. Osuna considera que concurren los requisitos para que Derechos Humanos «proceda a reconocer derechos hereditarios en condiciones de igualdad con los hijos matrimoniales a un hijo no matrimonial».
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