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La Yoli abraza la pobreza

Siempre llego tarde a la vida de las mujeres. Es mi sino.

La vicepresidenta Yolanda Díaz
La vicepresidenta Yolanda DíazMatias Chiofalo Europa Press

Es mi sino: siempre llego tarde a la vida de las mujeres (Isabel Preysler, Carmen Posadas, Susanna Griso, por ejemplo) que podrían haberme arreglado un poco la vida en este tramo final de vejez, deterioro y pobreza. Leo: «Sumar permite a Yolanda Díaz llegar a 20 años continuados de diputada. Hizo ocho en diciembre y tendría el aval para serlo otros doce años más». O sea, que también he llegado tarde a la vida de la Yoli, y eso que ha facilitado las cosas separándose. En su caso, como en el de otras, el drama sigue siendo el mismo: ellas los prefieren jóvenes. Nada que objetar: yo también las prefiero jóvenes. Soñaba con la gloria de vivir al lado de una mujer que gana una pasta gansa (84.672, 72 euros al año) y que en su día se jubilará con una pensión de lujo después de 20 años en el Congreso: no le hará falta apuntarse al Imserso para viajar a Benidorm.

Pero mi sueño se ha ido al garete en un pispás, con lo que duele a estas edades perder una ilusión tan hermosa y con aroma a percebes. Leo que la Yoli ha dicho en la asamblea de Sumar: «Los ricos no necesitan sanidad ni educación pública, no necesitan política, nosotros, sí. Por eso los ricos la deterioran a través del ruido y enfangan las instituciones. El Partido Popular recorta para que la gente trabajadora como yo no pueda estudiar». Interpreto que ha decidido donar parte de sus sueldos y todos sus ahorros al PCE, sus modelos de Roberto Verino y la plancha a las necesitadas, para abrazar al fin la pobreza e integrarse más hondamente entre sus votantes, en claro descenso.

De seguir así, igual nos vemos en la cola del hambre, Yoli. Tranquila, yo invito al cafelito. Los pobres somos muy rumbosos.