Opinión
Los sábados de Lomana: El año en que me enamoré por primera vez
"Esos veranos en los que me enamoré o eso sentía yo por primera vez"
Hay veces en la vida que vuelves a conectar de una forma intensa con los momentos más felices de tu infancia y adolescencia, que en mi caso están absolutamente ligados a los veranos en Asturias. Durante un tiempo dejé de venir porque me mataban la melancolía y los recuerdos. Nada estaba ya. Mis padres habían muerto, algunos amigos de mi «happy pandi» también desaparecieron. Nada era igual, excepto el impresionante, desgarrador y abrupto paisaje. Sus playas únicas, esa belleza que siempre permanece. Estoy refiriéndome a la parte oriental de Asturias, Concejo de Llanes y mi adorado Celorio, que significa «lugar del cielo», nuestra casa en la playa de Palombina donde nadaba sin parar... Era mi mar. Lo conocía bien y me adentraba quizá demasiado, sin miedo, para llegar hasta otras playas. Era una temeraria y me gané más de una bofetada de mi madre asustada y sufriendo por mi falta de respeto al mar.
La primera vez que aparecí por Celorio tenía menos de un año. Guardo fotos con mis padres en la playa, dentro de los charquitos de agua salada, donde han seguido adorando estar los niños de muchas generaciones. Eran pocas las familias que veraneaban allí, casi todas de Oviedo y también muchos alemanes, profesores del Deutsche Schule y sus familias. Era una vida sana y apacible.
Fui cinco años hija única, más tarde fueron llegando mis hermanos. En Asturias, todavía quedaban algunos «maquis» escondidos en los bosques y montañas, que después de años todavía esperaban no se sabe qué. Según decían algunos aguardaban a que viniesen ejércitos de Europa a derrocar a Franco y que les liberaran. En Celorio conocieron al último «maqui», que se llamaba Bernabé. Por lo visto, según la leyenda, bajaba de la montaña a la playa disfrazado de mujer. Extraña mujer que a todos sorprendía por su aspecto. Jamás hubiesen sospechado de quién se trataba. Raptaron al hijo de un veraneante que se llamaba Tomás Azpiri. Se pagó el rescate . Fue una historia de terror, que en ningún caso hizo desistir de continuar allí nuestros veranos. Esos veranos en los que me enamoré o eso sentía yo por primera vez.
Ahora vuelvo mirando mil veces el paisaje como si fuese la primera vez. Disfruto del mar helado que me tonifica, pero no soy capaz de nadar ni jugar a las palas con la misma energía de antes. He perdido fuerza y capacidad de resistencia, pero conservo intacta la ilusión y la alegría del reencuentro. El próximo domingo se celebra la fiesta del pueblo dedicada a la Virgen del Carmen. Siempre se hace el domingo siguiente al 16 de julio. Después de la misa se organiza la procesión y se la baja a la playa, al mar, por algo es la reina de los mares y patrona de los marineros. Había algo que a mí me impresionaba mucho y eran esas mujeres penitentes con el sudario que llevarán el día que mueran. No sé si seguirán con esa tradición. Era blanco con capucha. Cosas de nuestros pueblos y de la devoción mariana. Ojalá nunca se pierdan, es lo que nos hace únicos y diferentes. Se respetan a todas las generaciones que hubo antes de nosotros.
Nuestra casa está pegada a la playa, desde ella tenemos preciosas vistas y nos repartimos (ante notario) los meses que corresponden a cada hermano. A todos nos encanta. Después iré a Marbella, tan diferente a esto, otro mundo del que también disfruto. Feliz verano a todos mis lectores.
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