Nueva York

La aldea global entre «Espadas y Navajas» por José Clemente

La Razón
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El aula de Cultura de Cajamurcia se convertía esta semana que cerramos en un abierto foro de debate sobre la influencia de los medios de comunicación en nuestra sociedad, un mundo dominado por aquella idea acuñada por Marshall Mcluhan de «la aldea global», que ya dio muestras de existencia con el hundimiento del Titanic hace ahora cien años y cuyo naufragio supuso la mayor movilización conocida hasta entonces de los medios de comunicación, especialmente, entre Nueva York y Londres y el resto de países con medios informativos y agencias avanzadas. Mcluhan, primero, y su discípulo Derrick de kerkhove, más tarde, nos hicieron creer en los años sesenta en esa «aldea global» como un producto meramente informativo, adelantándose a su tiempo que consolidaría definitivamente Internet por tratarse de medios electrónicos en los que Mcluhan centraba la aparición del modelo, hoy incluso superado por la eclosión de redes, fotografías digitales, blogs y cuantos medios vemos aparecer cada día y cuyo funcionamiento nos cuesta asimilar por la rapidez en que se desarrollan. Tenía lugar este círculo de debates, coordinado por el profesor de Ética y Deontología Profesional de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Murcia, Antonio Parra, bajo el auspicio de la entidad bancaria y el apadrinamiento de LA RAZÓN, que ofrecía este formato del Foro de Debate, segundo de los que realiza en los últimos años, y que tuvo su arranque con sendas conferencias de Ramón Luis Valcárcel e Iñaki Ezquerra en la misma entidad de ahorros.
 El asunto elegido para esta segunda entrega no era otro que el analizar el clima de libertad en el que vivimos los medios, y el cómo las nuevas tecnologías nos están abocando a una posible «revolución industrial» que tal vez complique la existencia de un panorama informativo como el que conocemos, pero siempre pensando en que la libertad es un bien que en ningún caso hemos de dar como definitivamente cerrado, pese a que cuanto más abiertas y libres sean las sociedades más enemigos las acosan, podríamos decir evocando a Popper. Los viejos padres del liberalismo trataron de fijar los límites no traspasables de la intervención del Estado en la vida de los individuos, y aunque hoy el liberalismo parezca presentarse como limitado a un economicismo ramplón, fueron ellos, los liberales precisamente, quienes junto a las ideas de libre mercado propusieron una ética y hasta una estética que cada vez gana más adeptos. Los invitados para esta ocasión eran dos reconocidos «blogueros» y colaboradores habituales de los medios de comunicación: Arcadi Espada y Santiago Navajas. Y así, pues, entre «Espadas y Navajas» arrancó el debate.
Es inevitable que en una conferencia con tres experimentados periodistas no se formule la pregunta de rigor habitual en estos casos, es decir, cuál es el futuro de los medios de comunicación en la era de Internet, en «la aldea global», y si su influencia es buena o mala. Para Espada, el estado de salud de la Prensa es bueno y fiable, aunque se cuestiona el futuro a corto plazo, como lo indican los rumores de sendos eres en El País y en El Mundo que afectarán a más de un tercio de sus respectivas plantillas. «Sobra gente en los medios –decía-, porque una sola persona es capaz hoy de mantener canales abiertos de comunicación sin limitación alguna, excepto la que te indica el buen hacer y la responsabilidad». Eso no ocurre –a su juicio- en Internet, como hemos visto en las manifestaciones de Valencia o del 15-M, «donde uno es capaz de provocar la noticia en función de sus propios intereses». Contrariamente, para Navajas la comunicación se ha liberado de las «cadenas» y de las «influencias empresariales», pero no todo vale en la comunicación, «pues Internet como herramienta está muy bien, pero en función de quién lo domine puede servir para el mal aparejado a la ‘aldea global' o lo contrario. Esta bien conocer lo de Abu Graib, pero quién nos dice que eso no está interesadamente filtrado». Para ambos escritores y filósofos la simpleza no sirve al ser humano si no somos capaces de preguntarnos qué hay detrás de todo eso, e Internet sólo nos da la libertad, porque la ética o la ausencia de ella únicamente va con nosotros.