
Bolivia
Un albergue en Vallecas

Tengo la imagen en la memoria de donde no creo que llegue a borrarse nunca. El KGB había expulsado de la URSS a Alexander Solzhenitsyn en cumplimiento del artículo del código penal soviético que consideraba el destierro del paraíso socialista como la pena máxima. Aterrizó en el extranjero y fue a recibirlo Heinrich Böll, Premio Nobel de literatura, como señal de que Occidente se sentía honrado de recibir a un disidente que había conocido los horrores del GULAG. Era yo un adolescente, pero me sentí orgulloso de que existieran naciones que se honraban en recibir a los que eran arrojados del paraíso socialista por antonomasia. El recuerdo me ha venido a la cabeza viendo la manera en que el gobierno de ZP ha tratado a los siete disidentes cubanos a los que ha expulsado de la isla caribeña la dictadura de los Castro Brothers. En puridad, debería haberlos recibido Moratinos, ZP y buena parte del gobierno honrándose en brindar asilo a gente que ha pasado por las zahúrdas del socialismo cubano y que lo ha resistido hasta bordear la muerte. Pero en una nación donde no se protege a los ciudadanos y empresas de las exacciones de dictaduras como las de Hugo Chávez o Evo Morales, hubiera sido pedir peras al olmo. En lugar de actuar con decencia, han enviado a los disidentes a un albergue para sin papeles ubicado en Vallecas negándoles la condición de refugiados y asimilándolos a meros inmigrantes. No debería sorprendernos si recordamos que en los últimos días la política exterior de ZP se ha centrado en encontrarse con Al-Assad, el dictador sirio; besarse con Raúl Castro y cenar con un ministro iraní recibido en el Parlamento europeo con gritos de «¡Asesino» y «Usted no debería estar aquí». Añádanse Marruecos, Bolivia y Venezuela y tendremos a los amigos de ZP prácticamente al completo. Si los exiliados hubieran sido agentes de la represión castrista huyendo de la isla porque el régimen socialista se ha colapsado o ayatollahs en fuga de un Irán democrático los habría recibido desde ZP a Bibiana Aído con burka pasando por Moratinos o la Chacón. Para un exiliado cubano, sólo queda la posibilidad de ser ocultados en un lugar lejano, de ser tratados como peregrinos de la patera, de ser utilizados como excusa para que Moratinos –el agente de Castro en la UE– señale que hay que levantar las sanciones a una dictadura repugnante y de ser olvidados cuanto antes porque constituyen un testimonio vivo de lo que significa un sistema que, primero, quita la libertad y luego hunde la economía hasta llevarla al nivel mínimo de subsistencia. Me aseguran que Moratinos va a misa todos los domingos. Me parece bien. No lo digo sólo porque debe significar una enorme carga de conciencia el ser católico practicante y, a la vez, pertenecer a un Gobierno que ha convertido el aborto en algo tan trivial como tomarse un vaso de agua y que se complace en un laicismo sectario y tontilón. Fundamentalmente, lo señalo porque no me cabe duda de que necesita impetrar del Altísimo perdón por ser uno de los ministros de Asuntos Exteriores más miserables moralmente que han existido en Europa desde el final de la Segunda guerra mundial, lo suficientemente miserable como para confinar a unos refugiados políticos en un albergue para indocumentados en Vallecas.
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