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Los árbitros españoles no son los únicos que castigan más seriamente la palabra que la patada. Parece consigna general mantener la autoridad por encima de cualquier otra circunstancia. A Gonzalo Rodríguez, defensa del Villarreal, le rompió el peroné Janko, jugador del Twente, y ello sólo valió tarjeta amarilla. Lo mismo que las estratagemas de Cazorla y Nilmar en el saque de una falta para que la amonestación les inhabilitara para el encuentro de vuelta y no para las semifinales.

Gonzalo ya sabe, tristemente, lo que es padecer lesiones graves. En una anterior quedó en el suelo y el árbitro, el repeinado Muñiz Fernández, se acercó y le amenazó con la expulsión si no se levantaba. Lo sacaron en camilla y, como esta vez, al hospital. La vista de Muñiz Fernández, de antología. Esta semana pita el Valencia-Villarreal y en El Madrigal ya se han puesto en lo peor. En el Santiago Bernabéu no señaló el penalti a Rossi y validó un gol del Real Madrid en doble fuera de juego.

La lesión del central del «submarino» ha sido la peor noticia de las eliminatorias en que han participado equipos españoles. El Madrid ganó holgadamente al Tottenham Hotspur y lo mismo hizo el Barcelona con el Shakthar Donestk. El Villarreal no quiso ser menos. Catorce goles han marcado y sólo han recibido dos. Salvo catástrofe, tendremos semifinales en Liga de Campeones y en Liga Europa. Cielos y tierra sonríen.

Posdata. Si en natación, atletismo, motociclismo y Fórmula-1 no hay jurado que dé notas, que califique, (en gimnasia, sí), sino clasificaciones por tiempos, ¿a qué viene hablar de pruebas de calificación?