Crisis económica

Gordos contra hambrientos

La Razón
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La enfermedad de Occidente no es la avaricia, ni la envidia, ni siquiera la lujuria es la gula... Comemos sin parar y todo lo que no debemos. Tanto, como para que mientras novecientos millones de personas se mueren de hambre en los países subdesarrollados, en los desarrollados, mil quinientos millones son obesos.
Otro absurdo de este injusto mundo nuestro en el que últimamente nada parece tener sentido. Murió el socialismo, el capitalismo no funciona y está claro que ni un sistema ni otro han conseguido que nos volvamos lo suficientemente solidarios ni que tengamos el suficiente sentido común.
El sentido común nos serviría para perder kilos y con ellos riesgos de enfermedades cardiovasculares, que matan más que el cáncer, los coches y el tabaco, y que cuestan un dineral a esa Sanidad pública nuestra que amenaza con estallar y dejar de atendernos a todos, atrapada como está, entre los gastos y las deudas.
Desigualdades
Y la solidaridad nos obligaría a comer exclusivamente lo que necesitamos y a ofrecerle lo demás a esa parte del mundo que sólo mastica miseria, en vez de especular con todo lo que nos sobra y acabar tirando a la basura hasta las vidas que podrían escribir su historia si tuvieran los restos de nuestros restos para alimentarse. La diferencia entre la vida y la muerte se delimita a bocados. De grasa o de nada.
El mundo no se distribuye entre altos y bajos ni guapos y feos. Ni siquiera se reparte entre ricos y pobres. El mundo del siglo XXI, para vergüenza del ser humano más avanzado, se divide entre gordos y hambrientos.