Complementos

Una boda que marca época y repone estilo por Jesús MARIÑAS

Fue un enlace que restauró modos, actitudes y hasta indumentarias, porque el modelo casamentero de Carmen Solís Tello era perfecto, de elegancia exquisita y tradicional, con espalda como de Zurbarán, de la que salía una cola que realzaba el raso más dorado que marfileño.

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Mantilla blanca en vez de velo de tul, Chantilly de los que ya no se ven, similar al que Ana Abelló lucirá próximamente en la boda de su hijo. La novia lo sujetó con un broche de su abuela paterna, una joya con historia y pedigrí familiar: era isabelino y restallaba de diamantes alternados con oscilantes rubíes casi orientales. Cuadraba con pendientes y diadema dinástica dando realce a los guantes por encima del codo de la hermosa contrayente.

Pasmó comprobar in situ esa obra demoledora que son los recién inaugurados «champiñones» afeadores de la zona. Sevilla nunca se vio más maltratada y es obra a iniciar, demoliendo algo tan atroz, por el aún no posesionado en la alcaldía Juan Antonio Zoido próximo a un José Manuel Lara pendiente del Barça. Su esposa Consuelo deslumbró con una gargantilla y pendientes de diamantes sobre la precisión de un abrigo blanco exquisito. Cayetana de tocado de plumas turquesas que parecían como arrancadas de su falda de tres capas. Mientras, Pilar Medina Sidonia –que ve los días contados a su ducado de Fernandina porque se lo reclama su hermano mayor– iba con velo negro. Lunares sobre las corbatas de Alfonso Díez, Antonio Burgos y Luchino, autor, junto a Vittorio, del traje que rompe moldes. La mantilla negra puede ser usada por madrinas, aunque ya no es moda: la blanca fue restaurada por Cayetana hace años en el enlace de uno de sus hijos, cinco ya divorciados, marcando nuevo récord familiar.

La novia, maquillada en tonos dorados por el popular Juan Pedro Hernández, mantuvo la sonrisa inalterable incluso bajo la tensión y la «caló» que hizo agitar veloces los abanicos. De fabricación «made in China», aliviaban igual que el floreado de Pepita Saltillo, opuesto a la gasa roja de Mamer Peralta. «He contado hasta setenta títulos», testificaron algunos ante José María García, que compartió risas y bromas con los del Río. Eran vecinos de Patricia Rato y Carolina Adriana, que torció el gesto al ver la efusión con la que El Litri hijo recibió a una Eugenia Martínez de Irujo en gasas rosa hasta los pies. Los quinientos invitados se asombraron por cómo Carmen Tello decoró el palacio como nunca se había visto. Lo dicho: esta boda marcó época y reorienta, cuánto saben...