Castilla y León

Vivir en la verdad por Víctor M Paílos

La Razón
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De vez en cuando retorna a mi memoria aquel profesor de filosofía que una vez aseguró en clase a uno de sus alumnos:

-No estás en la verdad.
A mí estas palabras me parecieron entonces de una violencia excusada: ¡declarar a alguien fuera del vasto reino de la verdad!

¿Es que no cabemos todos en él? ¿Es que no pertenecemos todos a él por el solo hecho de existir, esto es, por ser verdad que existimos? ¿Es que podemos siquiera separarnos de él?
¿No necesitamos apoyarnos en la verdad para traicionarla?, ¿acaso podemos siquiera traicionarla sin traicionarnos, sin envilecernos hasta sentir vergüenza de nosotros mismos?
«Para todos los hombres -enseña Demócrito, el filósofo de la Grecia clásica- lo mismo son el bien y la verdad, mientras que el placer es distinto para cada uno».

Y añade, en otro lugar, algo que puede referirse a ciertos placeres: «Lo vil no lo digas ni lo hagas aunque estés solo; aprende a avergonzarte ante ti mismo mucho más que ante los otros» (traducción de Felipe Martínez Marzoa).

De aquel profesor he pensado más tarde que, en un momento de ofuscación intelectual, empleó como arma una palabra que no había entendido todavía: la palabra «verdad».

Por defender la verdad, por hacerla respetar o, más bien, hacerse respetar, han llegado muchos a matar: ninguna luz tan ofuscadora como la de la verdad cuando la miramos con nuestros ojos, acostumbrados a ver el lado sombrío de todas las cosas, la mentira agazapada a la sombra de la verdad.

No hay verdad sin ocultación, llegó a sostener Martin Heidegger al cabo de su investigación sobre la esencia de la verdad.

Por vivir, sin embargo, en la verdad -si «verdad» a un verbo se pudiera traducir- más bien se ha llegado a morir. Pero no a matar, a eso nunca.