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Lorca

Una fría madrugada bajo mantas de la Cruz Roja

Solitarios, en pareja, en familia o rodeados de amigos o desconocidos, miles de personas tratan de dormir sobre el asfalto del Huerto de la Rueda arropados por mantas de la Cruz Roja en una madrugada que cada hora que pasa se torna más fría y húmeda.

De punta a cabo de la ciudad de Lorca, ésta es la situación en un recorrido a pie durante la madrugada de hoy: en un extremo, el Huerto de la Rueda, la explanada donde se realiza el apacible mercado ambulante, transformado en un campo de refugiados; en el otro, un edificio de 4 plantas convertido en escombros y unos cascotes que han matado a un niño de 14 años.

En nada se parece hoy a las noches que durante septiembre refrescan agradablemente en este mismo recinto a quienes asisten a los principales conciertos de las fiestas de la ciudad que ha sufrido dos fuertes terremotos que han acabado con la vida de 8 personas.

A pesar de que al menos otros tantos cientos intentan conciliar el sueño, más de 500 personas, en su mayoría inmigrantes, sobre todo magrebíes, ecuatorianos y subsaharianos, guardaban paciente y larga cola para tratar de conseguir algo de comida y agua sobre las 3 de la madrugada.

A las 4 seguía igual de nutrida, pero había pizza caliente, y a las 5 aún había que esperar unos 15 minutos para alcanzar un plato frío con un emparedado de "chóped", un refresco y un yogur.

La imagen desoladora de la muchedumbre de adultos, niños, bebés y hasta perros con sus dueños que buscaba alimento y calor reuniéndose en corros mientras el estrés de los operarios que trabajaban a destajo para instalar grandes tiendas de campaña y retretes portátiles y para acondicionar mejor la zona sustituía al incesante ir y venir de sirenas de ambulancias y coches policiales que se registraba antes de cruzar el día, también un 11-M que será recordado, el de mayo de 2011.

Continuamente se vive una situación de una cierta calma tensa, siempre hay gente despierta que continúa deambulando por la zona, paseando de aquí para allá en busca de nada, unida en la desgracia de no poder dormir bajo el techo que los cubrió anteayer por temor a que las grietas de sus casas acaben separando en dos partes las paredes.

Docenas de periodistas sin probar bocado durante horas, conectando con los boletines horarios de radio, grabando entrevistas para televisión o tratando de obtener lo antes posible los datos oficiales de víctimas y de perspectivas de volver cuanto antes a una normalidad dentro de unos días que se antojan desde aquí largos.

Tras la valla que cierra el improvisado campamento, los mensajes de los partidos políticos: "PP: centrados en ti"; "PSOE: para que gane Lorca"; "IU-Verdes: con la gente de izquierda", "Centro Democrático Liberal: nuevos tiempos para Lorca". Desde luego.

A la que se corría la voz de cada llegada de una nueva partida de mantas, gente corriendo hacia el punto de distribución para hacerse con una.

Un policía local pedía a una familia sudamericana que dormía con sus niños en la zona reservada para la llegada de los vehículos militares de la Unidad Militar de Emergencias que se arrimara a la pared del recinto ferial anexo.

Menos mal que algunos ciudadanos andaban cerca y mejor informados de las normas mínimas de seguridad que deben seguirse para evitar ser sepultado bajo un montón de escombros si la tierra vuelve a temblar.

Un paseo por el centro urbano de la ciudad permite apreciar la fuga de agua a la calle desde el edificio que alberga la Gerencia de Atención Primaria de Salud, mientras que en los chalés de la céntrica Alameda Paco Rabal no parecen apreciarse desperfectos severos, y quizá por ello haya personas durmiendo en los bancos de piedra que la flanquean.

En la avenida Juan Carlos I, por aquí y por allá, cascotes de ladrillo, fragmentos de cornisas, aceras acordonadas, polvo en suspensión ya esfumado.

Y en el barrio de La Viña, el más castigado por la desolación, coches bajo escombros y antenas de televisión de la pared de la terraza del edificio junto al que están aparcados, y montañas de ladrillos en la puerta del bar-restaurante del mismo nombre, algunos de los cuales han causado la muerte del niño de 14 años -familiar del dueño del local- que salió a la calle alarmado al escuchar el estruendo de las caídas de las que toda Lorca deberá levantarse.