Los Ángeles

El teatro se redefine

La Razón
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Aquel octubre de 1985 en el Barbican londinense marcó el inicio de una gran época. De alguna forma Londres tomaba el relevo a Broadway en un género que volvía a gozar del favor del público y quizá con mayor fuerza que en los tiempos de «South Pacific» o «Show boat». Algún día la crítica «clásica» y los directores artísticos de las óperas, aún más puristas, acabarán por admitir que el género lírico tiene la continuidad en el musical y no en experimentos de caducidad fija. Algún día...
He de reconocer que las tres horas de «Los miserables» se me hicieron largas en el Palace Theater en 1990, pero posiblemente no suceda ahora lo mismo en el teatro Lope de Vega. Su música no recurre a estribillos reiterativos, no resulta repetitiva, en la escena no hay ejercicios de acrobacia. Todo es más natural de lo que luego vendría y de lo que «El fantasma de la ópera» es exponente máximo. Por eso no «entra» tan fácilmente, aunque no falten números de fuerza como el soliloquio de Valjean, claro precursor de los de «Jesuscristo Superstar», de gancho popular como «Master of the house» o melodías que llegan al corazón como «Empty chairs and empty tables». Y cómo olvidar esa «I dreamed a dream» que cantaron más tarde hasta Neil Diamond y Aretha Franklin.
La partitura recogía una herencia y anunciaba muchas cosas que otros desarrollarían mejor que los propios Boublil y Schönberg, quienes no pudieron volar tan alto en su «Miss Saigon» de 1989. «Los miserables» sirvieron para redefinir los límites del teatro, tal y como sucesivamente en su día el «Rigoletto» de Verdi, «Peter Grimes» de Britten o «Sweeney Tod» de Sondheim y, como ellos, utilizó el siempre impactante tema de la desesperación individual en medio de un conflicto social que, en este caso, es la voluntad de redención de un ex presidiario y sus reflexiones sobre bien y mal en plena revolución francesa.Bueno es recuperar aquel estreno madrileño de 1992 en el Nuevo Teatro Apolo, entonces de la mano de José Tamayo y Plácido Domingo, en una producción que ha de superar en mucho a aquella de triste recuerdo. Y bueno es recordar que aún queda por estrenar en España «Sunset Boulevard», un formidable musical de Lloyd Webber de 1993 que llegó a interpretar Glenn Close en Los Ángeles.