Estados Unidos

América vista por los americanos

Arte norteamericano seleccionado por los propios norteamericanos sin ninguna intervención ni visión europeísta. En las primeras décadas del siglo XX, Duncan Phillips tuvo un sueño. Una premonición que le llevó a abrir en 1921 la Phillips Collection, anticipándose casi un decenio a la apertura del Museum of Modern Art y el Whitney Museum of American Art. Una iniciativa que convirtió a estas salas en el primer museo de arte moderno de América.

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Hace varios años, el Reina Sofía enseñó las obras maestras que componen la división de arte europeo de esta pinacoteca, entre los que destacaban, entre otros, nombres como Renoir, Van Gogh o Miró.
Romanticismo y posguerra
La Fundación Mapfre reúne por primera vez en «Made in USA», comisariada por Susan Behrends, conservadora de la Phillips Collection, una selección de los fondos dedicados sólo a artistas auténticamente americanos. Un esfuerzo de su fundador, más interesado en las individualidades que en los movimientos, por seleccionar y adquirir el trabajo de los creadores más destacados de esas generaciones. De ese esfuerzo provienen estas 91 piezas de 62 artistas (el 90 por ciento desconocidos en España) que abarcan casi cien años, desde el romanticismo, con su visión de la naturaleza, tan importante en la fundación y mitología de esta nación, hasta la pintura de posguerra, donde la figuración se va descomponiendo hasta alcanzar el horizonte del expresionismo abstracto.

Personalidad frente a Europa

En medio quedan firmas como Whistler, Hopper, O'Keeffe, Pollock, Gottlieb, Motherwell y Rothko –el que se exhibe en Madrid, conocido como «Sin título» (1968), puede contemplarse en un espacio habilitado para él–. «La Phillips es el primer intento de hacer un canon de arte contemporáneo, pero hecho por ellos mismos –comenta Pablo Jiménez Burillo, director general de Fundación Mapfre–. Es un esfuerzo por señalar qué vale la pena de todo lo que se estaba haciendo en esa época, sobre sus propios criterios».

La exposición, articulada a través de doce apartados y dos pisos, recorre la trayectoria de esta tradición, haciendo hincapié en la idiosincrasia, rasgos y temas comunes. Los artistas, a pesar de la influencia del impresionismo, buscan vías que les den una personalidad autónoma respecto a Europa. «Se independizan muy pronto. Enseguida surge una iconografía de las ciudades. O'Keeffe es un artista no comprensible en Francia; Hopper es un pintor americano al cien por cien. Desde el principio intentan legitimizar su pintura, poner en valor lo que hacen, lo que es suyo, original. Lo que les distingue y les da una concepción de nación».

Un ejemplo de esa intención se aprecia en las primera salas, en la que destaca «Al rescate», de Winslow Homer, de 1886. Un naturalismo que se distancia de la pintura paisajista anterior que se realizaba en EE UU, que después derivará hacia el impresionismo a través de Ernest Lawson, Maurice Prendergast o Arthur Davies, pero que ya tantea expresiones y fórmulas que les alejen de sus colegas del viejo continente.

El recorrido recoge las influencias que recibieron, pero también identifica, da imagen, a las escuelas y tendencias que van naciendo, «la fusión y unificación», como remarcó Phillips, de las culturas que definen a Estado Unidos, representados aquí por Horace Pippin, John Kane y Yasuo Kuniyoshi, entre otros.

Lenguaje de metrópoli

Un punto de inflexión es la pintura urbana, donde apenas aparece el cielo, el horizonte o la figura humana. Las ciudades se han convertido en un símbolo de Estados Unidos. En un referente de su potencia durante el periodo de entreguerras. Las calles y avenidas sustituyen al campo y las llanuras como lugar de creación de nuevos mitos. Ahí aparece un Hopper con su gran percepción psicológica. A la vez se va recogiendo la vida moderna. Pero, sobre todo, su lado oscuro a través de la llamada Escuela del Cubo de la Basura, que refleja la parte miserable de la nueva sociedad. También están los óleos de Guy Pène du Bois y John Sloan.
Esta línea de «originalidad creativa» derivará desde la figuración hasta los pasos más abstractos. Un paso que empieza con la irrupción del cubismo de Picasso en EE UU. Una línea que convencerá a diferentes artistas, aunque con sus asuntos muy americanos, como ese «Batidora de huevos nº4», de Stuart Davies. Las últimos escalas de la exposición se titulan «Grados de abstracción», donde se ve el esfuerzo por alcanzar un nuevo lenguaje visual de las formas, influidos por teorías psicológicas y del subsconsciente, y «Expresionismo abstracto», centrado alrededor de 1950, con pintores como Richard Diebenkorn, Motherwell o Clyfforf Still o Philip Guston.


DÓNDE: Fundación Mapfre, Paseo de Recoletos 2.
CUÁNDO: hasta el 16 de enero.
CUÁNTO: gratuita.