Crítica de libros

Juventud divino tesoro por Ignacio CALDERÓN

La Razón
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Sí, Rubén Darío tenía razón: juventud, divinísimo tesoro. Al menos eso es lo que parece pensar una buena mayoría de españoles que, aunque critica y reprocha los comportamientos y valores de los jóvenes, se comporta –o acaso aspira a comportarse- cada vez más «juvenilmente». A las generaciones posteriores les reprochamos «vivir sin pensar en el mañana» o «disponer de mucho tiempo de ocio», a la vez que los adultos parecemos aspirar a compartir esa suerte de «buena vida». Paralelamente a la crítica del comportamiento y los valores tópicamente juveniles aparece lo que puede interpretarse como un puntito de envidia hacia ese «way of life» juvenil. Se critica que los jóvenes asuman riesgos, pero cada vez son más los adultos que afirman estar dispuestos a arriesgarse, precisamente porque quizá no quieren dejar de ser jóvenes. Un enroque paradójico que dice mucho de cómo somos. El cambio en la escala de valores –que prima más que hace diez años estos valores atribuidos históricamente a la juventud- se hace visible en muchos ámbitos. Quizá el más palpable es la publicidad, donde de forma indiscutible «lo juvenil» se ha convertido en un valor en sí mismo. Parece que se apuesta por transmutar en joven al comprador adulto –con todo lo que el estereotipo arrastra: activo, atractivo, capaz de asumir riesgos y, quizá, con un punto de irresponsabilidad- para aportar con ello valores añadidos al producto publicitado. La misma dinámica que lleva a las empresas en sus promociones a dar protagonismo no a sus ejecutivos con más experiencia, sino a sus jóvenes delfines. Cada sociedad tiene sus iconos y sus ideales. En principio, no habría por qué cuestionar que se sacralice lo joven. Pero convendría algo más de coherencia; que nuestros adolescentes tengan más claro qué se les reprocha y qué se les envidia. Y que no se confunda la parte con el todo. El atractivo de lo juvenil no puede ni debe agotar nuestras aspiraciones. Aunque no sean «tan tesoro» los valores más adultos tienen derecho a su lugar al sol.

Ignacio CALDERÓN. Dtor. gral. de la FAD