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Guardiola-Mourinho: la pugna por ser el mejor

El fútbol acepta cualquier forma y camino para lograr el objetivo final, que es la victoria, como así expresan casi a la perfección dos estrategias diferentes de ponerlo en práctica, las que avalan a Josep Guardiola y a Jose Mourinho, quizá antagónicos a primera vista, pero con un punto común en sus periodos de formación.

El fútbol del Barça no tiene nada que ver con el que expresa el Real Madrid de Mourinho, aunque ambos son sublimes en el éxito, ya que a pesar de los escasos tropiezos esta temporada, han sido incontestables por parte de sus rivales. Guardiola emana de la cultura del control del esférico por encima de cualquier máxima futbolística, promovida por Johan Cruyff, aunque esta no es la única línea de trabajo que ha moldeado al técnico catalán, pues también otros preparadores de Can Barça han influido de forma importante en él.


Uno de ellos fue Louis van Gaal, precisamente uno de los apoyos en los que empezó a caminar también Jose Mourinho después de haber estado al lado de Bobby Robson, y de haber decidido continuar ligado al equipo técnico del Barça. Guardiola de jugador y Mourinho de ayudante de Van Gaal compartieron aprendizaje al lado del holandés durante unos años, hasta que el portugués dio un salto de calidad hacia su país para recalar después de algunos experimentos en el Oporto, desde donde empezó a labrarse un historial de éxitos irreprochable.


Falto de la experiencia de haber vivido en un vestuario profesional como jugador, Mourinho ha sido de siempre un técnico en potencia que ha adquirido lo mejor del magisterio que se le ha brindado a su alrededor. En cambio, Guardiola parte con la ventaja de haber sido antes monaguillo que fraile y de haber realizado el camino que muchos otros técnicos han trazado: primero jugadores de elite y después entrenadores.


A pesar de esta ausencia en el expediente del portugués, no es menos destacable su recorrido en los banquillos de los equipos en los que ha estado, donde ha logrado grandes éxitos y desde donde se ha labrado la aureola de entrenador que garantiza títulos, motivo de suficiente peso como para empujar al actual presidente del Madrid, Florentino Pérez, a hacer una apuesta por él para esta temporada.


Antes de recalar en el Madrid, Mourinho ensalzó su historial de éxitos en el Inter, Chelsea y Oporto, aunque en ninguno de los tres equipos dejó un sello de rupturista o innovador, todo lo contrario, ya se benefició de la posibilidad de contar con presupuestos millonarios, especialmente en los dos primeros, para configurar plantillas de alto nivel.


Quizá fue por las dudas que planteó esta falta de recorrido con canteras o el temor a que fuese incapaz de tomar el testigo del fútbol que lleva desarrollando el Barça hace años, que el conjunto catalán, bajo la presidencia de Joan Laporta en la primavera del 2008, rechazó su contratación cuando parecía que era una realidad.


En su lugar, optó por la inexperiencia de Pep Guardiola, que si bien aún no había concluido su primer año en el Barcelona B, sí que asumía la cultura futbolística del Barça y de Johan Cruyff, al ser él, precisamente, su alumno aventajado.


Mourinho y Guardiola no tardaron mucho en encontrarse en un campo cara a cara para confrontar sus antagónicos estilos, aunque ganadores en su máxima expresión. En los dos primeros choques, correspondientes a la liguilla de la Champions del año pasado, el Barça dio dos palizas al Inter, aunque sólo ganó el encuentro del Camp Nou. En las semifinales, meses después, el resultado futbolístico fue el mismo, aunque con un marcador opuesto, ya que el Inter ganó en la ida (3-1) y el Barça en la vuelta (1-0). A la conclusión de la temporada, el fútbol más plástico y vistoso del Barça de Guardiola se quedó en casa, mientras que el más defensivo y pragmático de Mourinho levantaba la Copa de Europa en el Bernabéu ante el Bayern.


Al año siguiente, Guardiola se tomó la revancha de aquel episodio y endosó un 5-0 al Madrid de Mourinho, quien llegó a decir que era un resultado "fácil de digerir"pero que a la práctica le ha perseguido largos meses. Este fin de semana, las dos maneras de concebir el fútbol al máximo nivel se volvieron a reencontrar en el Bernabéu, con un empate (1-1), que al fin y al cabo resultó un paso adelante para que el Barça se proclame campeón de Liga.


En medio queda otro partido en el que Guardiola apostó por la estética y Mourinho por el resultado final, en el que parece que lo de menos es cómo se consigue si se llega al objetivo.
En un hipotético cambio de papeles, a Guardiola no se le habría perdonado dirigir un Barça sin el balón y sometido a posesiones del rival de cerca del 75%, mientras que este aspecto no parece que desencantase al seguidor madridista, convencido de que Mourinho está en el banquillo para el objetivo final: levantar títulos, y no para episodios intermedios.