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Juegos florales

La Razón
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Aquí hay paz y se quiere gloria. Otra cosa no parece deducirse de los últimos acontecimientos madridistas. Guardiola pone ópera en el vestuario para alimentar las ansias de victoria de su equipo y Mourinho, más práctico, monta la barbacoa de la amistad. Según todas las declaraciones, el equipo es una piña. Si es cierto, y no hay por qué dudar, es la mejor fórmula para conseguir que el conjunto de estrellas comience a ser equipo.

Los juegos florales no han sido sólo por hincar el diente a las buenas carnes. Las palabras amables han descubierto la cara oculta del entrenador. Siempre habíamos oído frases poco amables, buscando enemigos y discrepando del mundo, y ahora, ha tenido el detalle de ser agradecido. Tras las palabras de Florentino Pérez en la asamblea, en la que en lugar de decirle ¿por qué no te callas? le alabó el gusto de sus mítines, ha decidido proclamar que es el mejor presidente del mundo. Es lo menos que cabía aguardar de un individuo a quien se ha concedido todo el poder. Ser amable con el presidente es obligado. No parece fácil encontrar un dirigente que le conceda todos los fichajes que pida, que le consuele cuando vienen mal dadas y que le apoye cuando dentro del club hay voces discrepantes.

Esa placidez por la que hay que felicitarse tropezará hoy en el estadio del Espanyol, lugar en el que años atrás se consideraba la segunda casa madridista. Han cambiado los tiempos y los pericos no quieren al Madrid más que al Barça. Cielos y tierra no sonríen a la vez.