Lenguaje

Voluntarios

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El don de lenguas no es más que voluntad, decisión, empeño por romper el corsé del idioma. Los voluntarios de la JMJ han encontrado hospedería en el pabellón 3 de Ifema, que se ha convertido en una lonja de mochilas, aislantes y sacos de dormir . Y allí van mezclándose, en una suma de 28.500 jóvenes, españoles, italianos, eslovacos, croatas, mexicanos. Una Babel de nacionalidades que se entiende por proximidad, por vecindaje –el hombre es una criatura proclive al barrio, que tiende a reducir la «city» a la comunidad inmediata–. Ahí, todos van haciendo uso común del idioma lejano, desconocido, que, poco a poco, por contacto, se va abriendo, volviéndose franco, reconocible. «Yo ya he aprendido algunas palabras polacas», dice una chica, porque este «voluntariado» es más femenino que masculino, quizá porque la mujer es un alma más predispuesta a la generosidad, a la ayuda. El inglés, el español y el polaco (más de mil polacos están ayudando en tareas, deberes, cosas) van derrumbando el muro de la incomunicación, que también es un andamiaje de prejuicios que nos ha ido encastillando en nuestros hábitos. En la Biblia se condenó la soberbia de Babel dando a cada pueblo una lengua diferente. La redención fue ese don de lenguas, que, para muchos, era otra imposibilidad más, y ahora, por estos voluntarios entendemos, que, quizá, lo que recibieron los discípulos de aquel Pentecostés lejano fue voluntad, empeño, ganas de romper el corsé


Javier ORS