
Barcelona
La piscina más larga a 200 metros del suelo
Tres hoteles, el segundo casino más caro del planeta y 2.560 habitaciones sostienen un parque en forma de barco. La última obra de ingeniería de Singapur, el Marina Bay Sands –4.250 millones de euros–, espera la inauguración en febrero de su última fase. El Museo de Arte y Ciencia es el guiño a la sostenibilidad de este microcosmos volante

Lleva sólo medio año en el perfil de la ciudad y la maquinaria administrativa ya se ha encargado de incluir su imponente contorno en los folletos turísticos y en las páginas oficiales. Y el público, que todavía tiene capacidad de sobrecogerse, se ha sumado al marketing. Mientras miles de espectadores recogían en sus teléfonos móviles los fuegos artificiales de fin de año bajo el nuevo resort Marina Bay Sands para publicitarlo gratis en la red, la compañía Las Vegas Sands ha recibido 2011 trabajando en la comunicación de la ceremonia de apertura oficial y en la presentación del Museo de Arte y Ciencia el 17 de febrero.
El arquitecto Moshe Safdie ha proyectado toda la estructura, incluido el museo o «flor de loto», la parte más importante desde el punto de vista medioambiental. En palabras suyas, el Marina Bay Sands es «más que un edificio, un microcosmos» y por los costes, más de 4.250 millones de euros según fuentes oficiales no tiene nada que envidiar a algún PIB que otro. Dejando a un lado la inspiración «feng shui» del diseño, este universo se compone de tres hoteles y 2.560 habitaciones. Por encima, un impresionante parque en forma de barco que une las tres estructuras, una hectárea de zonas verdes (250 árboles y 650 plantas), restaurantes de alto nivel (uno de ellos dirigido por el español Santi Santamaría) y lo más espectacular, la «piscina infinita» de 151 metros de largo que a 200 metros de altura se asoma a la ciudad y a la nueva bahía. Una tierra ganada por entero al mar.
Por debajo, y a lo largo de más de 84 hectáreas, un espacio público y ajardinado conecta dos teatros, el museo de Arte y Ciencia y el segundo casino más caro del mundo por detrás del MGM Mirage's Center de Las Vegas. Como aperitivo, en el techo del «hall» cuelga una araña de siete toneladas con 132.000 cristales de Swarovski y 66.000 bombillas. Eso sí, son LED de bajo consumo.
Aseguran que los estándares en cuanto a respeto por el medio ambiente son los mismos que los que inspiraron los planos de su hermano mayor de Las Vegas, el Palazzo que cuenta con certificado medioambiental LEED. Usar productos no contaminantes como pinturas ecológicas o separar y reciclar materiales como el metal o la madera son medidas habituales en cualquier lugar del mundo. En este universo de grandes cifras, sólo el sistema que vigila el apagado automático de las luces y mantiene la temperatura alrededor de los 25 grados en las zonas comunes ha costado unos 19 millones de euros.
Quizá el mérito de esta espectacular estructura sea sólo de la ingeniería. Con la colaboración de Arup, la multinacional encargada de solucionar los problemas técnicos, y de 7.000 toneladas de acero, el parque superior está salvo de sufrir los vaivenes del viento y del movimiento de los turistas. El gran reto al que se han enfrentado los expertos ha sido sustentar esta inmensa mole en una zona arenosa. Tardaron tres años en definir y ejecutar la estructura de asentamiento a 20 metros bajo el mar, donde se ha empleado el 40 por ciento del hormigón total. Las soluciones adaptadas a esta peculiar construcción les ha valido varios reconocimientos, como el «Be Inspired de Bentley» o un par de premios de la Sociedad del Acero Estructural de Singapur.
Sin embargo, sí hay concesiones a la arquitectura sostenible. El Museo de Arte y Ciencia o la «flor de loto» es una estructura de 6.000 m2 y 21 espacios para exposiciones, cuya forma no es gratuita. A través de los pétalos del techo, el agua se filtrará por el centro de éste formando una cascada, que se propulsará reciclada de nuevo hacia arriba, mientras que una parte abastecerá las necesidades de consumo interno.
La isla creciente
Sólo hay que darse una vuelta por la web oficial de la Semana Internacional del Agua de Singapur (8 al 11 de julio) para confirmar la voluntad de cambio urbanístico y las consecuencias que en la economía nacional y en el turismo tiene el publicitar estos caprichos arquitectónicos, mientras se intuye la otra cara de esta moneda expansiva; los retos que el cambio climático acerca hasta las costas de esta isla. En Singapur, el país más pequeño del sudeste asiático (710 km2), el centro urbano ha sido bautizado como la ciudad jardín porque el 23 por ciento de su territorio son zonas verdes. Pero sus más de cuatro millones y medio de habitantes supone una densidad de población de nada menos que 6.672 personas por km2, según datos de WWF, mientras que sólo el dos por ciento del territorio es apto para el cultivo. Una ecuación de cifras que dan como resultado una política de guerra permanente contra el mar para ganar kilómetros al estado (en 2030, para WWF, el país podría crecer hasta 100 km2) y de planes de reciclado y almacenamiento de agua dulce, que les conceda, al menos en este recurso, independencia y seguridad en el suministro para su creciente población.
Y aunque esta historia les suene a un cuento chino, puede que una de las criaturas de la corporación se convierta en vecina. Durante la inauguración de la primera fase, el director de Operaciones adelantaba la posibilidad de expandir sus parques de juegos hasta Barcelona. «el clima, las infraestructuras y la cantidad de mano de obra juegan a favor de la ciudad como sede del primer complejo en Europa», decía.
✕
Accede a tu cuenta para comentar