Badajoz

Morante de la Puebla dicta su ley en la primera corrida de Olivenza

- Olivenza (Badajoz). Segundo festejo de feria. Se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo, bien presentados y de juego variado. Destacó el excelente sexto. Lleno.- Morante de la Puebla, de grana y oro, casi entera (silencio); pinchazo, estocada (dos orejas).- Miguel Ángel Perera, de azul y oro, pinchazo y estocada (silencio); tres pinchazos (palmas).- Alejandro Talavante, de lila y oro, pinchazo y estocada (oreja); media estocada (dos orejas).

Morante de la Puebla torea por naturales ayer en Olivenza
Morante de la Puebla torea por naturales ayer en Olivenzalarazon

Fue coger la muleta Morante y empezar a llover como el día de Noé. Tampoco nos íbamos a perder mucho, porque el toro era mansurrón y no quería pelea, pero el caso es que la tarde empezó al revés. Los dioses compensaron (a Morante y a nosotros) con sol y un toro bravo en cuarto turno.

Tan bravo que ni siquiera dos vueltas de campana le hicieron claudicar durante la faena. Y qué faena... Morante ya se había apretado en unos lances ganando terreno hasta los medios, pero fue en el último tercio donde ofreció un recital por varios palos.

Por el profundo, en la primera serie en redondo, de mano baja y toreo rompedor. Por el palo de la cadencia, cuando ligó a un molinete sevillano con cinco muletazos diestros, pero ahora acariciadores, dándole suavidad a un oponente dañado tras su última voltereta. Y por el palo angélico, en un prodigioso toreo de frente por naturales, con cimbronazos de cintura y las babas de la muleta acariciando el albero aún húmedo. Faena justa, exacta, de tanta sapiencia como inspiración. Morante toreó en el barro y luego se lo llevaron a hombros.

Le acompañó Talavante, que dibujó ocho muletazos hondos, rematados detrás de la cadera y con su primer toro haciendo la media luna, que llegaron con fuerza al tendido. Y un natural interminable por lento y redondísimo desató pasiones. Después acortó demasiado la distancia y el toro no respondió. Cortó una oreja bien ganada, y remató sin rematar frente al sexto. Porque el último de Cuvillo fue magnífico, y Alejandro toreó largo, pero no profundo; limpio, pero no entregado; bien, pero sin desgarrar. Por eso el triunfo fue legítimo, pero sin clamor.

Perera no tuvo su día. Tan esforzado como espeso, ni le cogió el ritmo a su primero, ni enderezó el asunto frente a la debilidad del quinto. Morante, que ya había aparecido un rato antes, tampoco ayudó a la causa.