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Adicciones
Mucho humo
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La popular canción navideña catalana «fum, fum, fum» se ha cumplido estos días a rajatabla. O sea que calles, plazas, avenidas o cualquier rincón están repletos de humo, humo y humo.
Los culpables son los fumadores. Esos nuevos apestados de la segunda década del siglo XXI. Ahora la reformada ley antitabáquica los persigue por doquier. Los fumadores se han convertido en auténticos peregrinos de su propia adicción. Basta con seguir el rastro de colillas para encontrar un grupo de fumadores pasando frío en cualquier terraza. Los fumadores activos ya no pueden tertuliar con los fumadores pasivos en bares o restaurantes. Los deboradores de cigarros han iniciado su particular camino de Santiago por los exteriores de todo tipo de establecimientos que hasta hace poco eran auténticas saunas de humo y ahora parecen cámaras hiperbáricas.
Las reacciones contra la ley antifumadores no se han hecho esperar. Dos bares en Lleida se han declarado insumisos y dejan fumar a sus clientes. Algunos ayuntamientos ya han empezado a subir los impuestos a los establecimientos que tienen terrazas y otros se han visto obligados a regular el uso de estufas en los exteriores. De momento nadie ha pensado en los vecinos de locales de ocio. Vecinos que tienen que soportar el ruido y ahora el humo, humo y humo de los fumadores que ya no pueden fumar en el interior.
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