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Europa debe darse prisa

La Razón
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Dos declaraciones con peso político –la del presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, y el comunicado conjunto francoalemán– han dado la vuelta a una semana negra, de gran volatilidad financiera, que amenazaba con desestabilizar al euro. La prueba es que, ayer, la Bolsa de Madrid remataba dos jornadas de franca subida, mientras el diferencial de la prima de riesgo española descendía hasta los 535 puntos básicos. Es importante no perder de vista que ambas intervenciones públicas coinciden en un mismo punto: la decisión de proteger la eurozona frente al asalto de los especuladores, lo que supone un salto cualitativo muy importante con respecto al proceso de rescate seguido en el caso de Irlanda, Portugal y Grecia. La percepción de que las economías de España e Italia no se corresponden con lo que indican sus respectivas primas de riesgo, es decir, de que ambos países están sufriendo un castigo desproporcionado en los mercados, ha acabado por calar en Alemania que, dicho sea de paso, empezaba a sufrir los primeros embates financieros tras la amenaza de una agencia de calificación internacional de degradar la solvencia de 17 bancos alemanes.

Hay que destacar también otra variación importante en el discurso. Nos referimos al acento que han puesto la canciller germana, Angela Merkel, y el presidente de Francia, François Hollande, tras su conversación telefónica de ayer, en el hecho de que hay que abordar con la mayor celeridad posible la unión bancaria de la eurozona, con la creación de un supervisor único. Se aprobó en el Consejo Europeo de finales de junio, pero hasta ahora parecía relegado al baúl de las buenas intenciones. Es, sin embargo, capital que se lleve a cabo el proceso, respetando la fecha de inicio acordada para principios de septiembre. No queremos pecar de forofos, pero éstos son los planteamientos que ha mantenido España en todos los foros y encuentros europeos desde hace ya muchos meses.

El panorama para nuestro país, aunque sigue sin estar exento de dificultades, ha cambiado, pues, sensiblemente. Es cierto que a cada nota de apoyo le sigue el latiguillo que nos recuerda que debemos seguir profundizando en las reformas y cumplir con nuestras obligaciones, pero también es verdad que ahora las admoniciones se extienden a las instituciones comunitarias. En definitiva, que aunque quedan por delante muchos obstáculos, Europa parece decidida a cerrar filas. De momento, los «mercados» reaccionan positivamente ante las declaraciones y las palabras, pero a no pasar demasiado tiempo exigirán algo más, exigirán hechos. Hay que darse prisa y quemar etapas. Nuestro Gobierno, por supuesto, en la labor reformista; el resto de Europa, en la redefinición de nuestra unión monetaria.