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Tragedia griega por Reyes Monforte

La Razón
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Cuando le preguntaron a una terrorista islamista por qué pretendía inmolarse en mitad de una plaza pública sembrando la muerte de muchos inocentes, respondió fríamente: «La venganza es lo único que permanece en el tiempo». Quería vengar la muerte de su hermano a manos de un soldado y no encontró mejor manera de hacerlo. Supongo que ese mismo pensamiento es el que abrazan los padres que son capaces de asesinar a sus hijos para vengarse de sus cónyuges.

El último parricida ha sido Francisco Javier B.C (no entiendo los absurdos miramientos legales a la hora de publicar sus apellidos cuando tan rápido dan los nombres de las víctimas).

Algunos intentan justificar la acción de este hombre (cuesta llamarle padre) argumentando que sufría una depresión. Hay que estar algo más que deprimido para acuchillar a tu propio hijo en el corazón, subirlo al coche y llamar a tu ex pareja instándola a asomarse a la ventana para ver cómo estrellas tu coche envuelto en una gran bola de fuego.

La escuela de Medea ha creado muchos y avanzados pupilos. En la tragedia de Eurípides, cuando Medea descubre que su marido Jasón se ha prometido en matrimonio con otra mujer, decide matar a sus hijos como forma de venganza. Medea grita: «¡Oh niños, cómo habéis perecido por la locura de vuestro padre!», a lo que Jasón (un magnífico José Sancho en el Teatro de Mérida) responde: «Pero no los destruyó mi mano derecha». Medea sentencia: «No, sino tu ultraje y tu reciente boda». Una vez más, la realidad superó la ficción y la tragedia griega se escenificó en Las Palmas.