Bogotá

Álvaro Uribe: «Derramé lágrimas que mantendré hasta el último día»

Son las 7 de la mañana. El presidente colombiano, Álvaro Uribe, quien dejará su cargo el próximo siete de agosto, tiene prisa. Dentro de una hora debe volar a Medellín. Lee el titular del diario bogotano «El Tiempo» y sonríe. «A ver, muchachos, empiecen», dice al grupo de editores que lo aborda. Se frota las manos y aprovecha para expresar su primera preocupación: ya no tiene callos en las manos.

Álvaro Uribe: «Derramé lágrimas que mantendré hasta el último día»
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–¿Cuál es el momento de su mandato que más lo enorgullece? –Cuando las cosas se hacen con amor, en este caso, con amor a la patria, tiene que haber una actitud feliz permanentemente. De lo contrario, nada funciona. Hay momentos específicos de felicidad: cuando se rescata secuestrados, cuando la tarea sale bien.–Acabamos de ver una fotografía suya llorando. ¿Eso ocurrió muchas veces en estos ocho años? –Pues que me hubieran capturado las cámaras, una o dos veces.–¿Una de esas cuál fue? –¡Ay! Les tengo que confesar que me volvía incontrolable a veces. Por ejemplo, cuando murió el ministro Londoño. Cuando regresé del Club El Nogal (la noche del atentado de las FARC que dejó casi 40 muertos en 2003) al amanecer de ese día, entrando aquí. Tengo que confesarles: lloré mucho por el asesinato de los diputados del Valle del Cauca. Por su asesinato y por la mentira de los terroristas. Yo estaba seguro de lo que comprobé horas después: que era falso que había habido un enfrentamiento con el Ejército. He derramado lágrimas que mantendré hasta el último día de mi vida.–También vivió momentos de felicidad. ¿Cómo fueron la operación «Jaque» o «Fénix»? –Ninguna operación nuestra fue improvisada. Nuestra obsesión fue siempre el rescate de los secuestrados. Siempre tuve paciencia con lo que algunos familiares decían sobre sobre mi persona. Traté de ser muy prudente con ellos porque comprendía su dolor. Antes del rescate de Ingrid Betancourt, los tres estadounidenses y nuestros compatriotas, hablé muchas veces con el general Padilla y con el ministro Juan Manuel Santos (el presidente electo). Estuve hablando todo el tiempo con ellos. Estaba todo definido. El día del operativo me fui a cumplir el deber a Puerto Wilches, porque había una inundación. Estuve muy angustiado porque durante la mañana no había señal de celular. Y cuando entró la señal y me confirmaron. Le dije al gobernador Sherpa: «¡Bendito sea mi Dios!», se acaba de rescatar a Ingrid, a los tres norteamericanos y al resto de compañeros. –¿Cómo se imagina el primer día cuando ya no sea presidente?–Tengo previsto ir a la iglesia a visitar la cripta donde están las cenizas de mis padres. Hay que tener siempre el espíritu preparado para todo, alegre y tranquilamente, con buena disposición. Tengo que organizar la mente para atender unas cositas personales, que han pasado bastante desatendidas estos años.–¿Como cuáles? –Tengo que volver a trabajar en la finca y estoy preocupado porque tengo las manos sin callos.–¿Debe renunciar Colombia a atacar esos líderes guerrilleros en otro país? –La prioridad siempre tiene que ser el derecho internacional. Un bombardeo como el realizado contra «Raúl Reyes» (líder de las FARC abatido en Ecuador) es un acto de «estado de necesidad» para defender al pueblo colombiano, pero no es lo aconsejable, porque se da una mala interpretación. Cuando uno lo que quiere es proteger al pueblo colombiano contra un terrorista, se da la mala interpretación de que está maltratando al territorio del vecino. Y yo repito: nuestro interés, nuestra intención nunca fue maltratar al hermano pueblo ecuatoriano. Por eso yo pedí perdón y lo reitero.–¿Cuál es la cifra más importante que les deja a los colombianos? –No me preocupan las cifras buenas: me angustian las malas–¿Cuáles, presidente? –Por ejemplo, la circunstancia de que nosotros todavía tengamos más de 15.000 asesinatos. Yo quise haber llegado a un desempleo no superior al 8% y para allá íbamos, pero sobrevinieron dos crisis: la internacional y la crisis particular con la hermana Venezuela. –¿Qué otras cosas habría emprendido si hubiera tenido más tiempo para gobernar? –El país no está en el paraíso. Este Gobierno lo que deja son unas semillas positivas, pero en el país no corren ríos de leche y miel.«Contesto no menos de 150 mensajes al día»–¿Va a dormir más tiempo? –El tema en mi metabolismo no es de dormir más horas, sino de poderme acostar más temprano. Cuando yo estoy en la finca el primer día me acuesto muy temprano. –¿A qué hora? –El primer día me acuesto a las 9 de la noche y me levanto a las 6 de la mañana, cansado. Pero ya el tercer día me estoy acostando a las 8 de la noche y me estoy levantando a las 4 de la mañana, con la cabeza totalmente fresca. –¿Alguna noche de estos ocho años se desveló pensando en alguna cosa grave? –Claro que tuve muchos desvelos. Muchísimos. Al principio llamaba a muchos de los compañeros de Gobierno con pena. –¿A las 2 de la madrugada? –Sí, después el Blackberry me evitó las llamadas y les ponía un mensajito.–¿Envía muchos? –Sí. Contesto no menos de 150 al día.