Oslo

«Mi hijo estaba en la isla de Utoeya Sobrevivió»

Durante más de diez años, entre los 15 y los 25 años, Eide –como el primer ministro Stoltenberg, de su misma generación– acudía cada verano a Utoeya. «Como a muchos compañeros, el campamento laborista fue mi primer contacto con la política. Por eso guardamos lazos muy cercanos con la isla». Ahora, tras la matanza de Breivik, Utoeya es sinónimo de dolor.

 
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–¿Dónde se encontraba cuando explotó la bomba en Oslo?
–En ese momento no estaba en mi despacho. El Ministerio de Exteriores está ubicado un poco más lejos del lugar donde estalló la bomba, por lo que no fui directamente afectado. En cambio, el suceso de Utoeya me afectó muy de cerca porque uno de mis hijos se encontraba allí, pero afortunadamente fue uno de los que han sobrevivido a la matanza.

–¿Por qué cree que los jóvenes laboristas fueron el objetivo de los crímenes de Breivik?
–Eso lo tiene que explicar él porque los demás no lo entendemos. Pero en su manifiesto, publicado en la web, explica que odia al multiculturalismo liberal y que para erradicar esa tendencia hay que atacar la raíz. En su análisis perverso, la raíz es donde se forman las nuevas generaciones socialistas.

–¿Podía imaginarse que un noruego pudiera cometer el mayor atentado de la historia del país?
–No. Como cualquier gobierno, tenemos el análisis de los posibles peligros, como el terrorismo internacional, y no era descartable un atentado de origen local, pero a esta escala no lo había imaginado nadie. En los ochenta, existían en Noruega algunos movimientos de ultraderecha que cometieron algunos asesinatos entre ellos y alguna amenaza existía entonces, pero se suponía que este peligro había disminuido y aún creo que el peligro en general es bajo. En todo caso, este atentado ha sido cometido por una sola persona, que, independientemente de sus ideas políticas, ha perdido el control. Hasta ahora, no se ha demostrado la cooperación de otras células terroristas. En nuestro país, afortunadamente, no hemos tenido muchos casos de terrorismo o violencia política.

–Da la impresión de que las ideas de Breivik son importadas de la ultraderecha estadounidense y tienen poco encaje en Noruega.
–Ha buscado tanto inspiración norteamericana como británica. Lo que es cierto es que Breivik se ha mantenido en contacto con estos movimientos, pero creo que ha sido más inspiración ideológica que de organización.

–¿Cree que Europa se ha centrado en el terrorismo islamista y ha minusvalorado la amenaza de la extrema derecha?
–Sí. En Interpol y en la UE se quiere reforzar ahora la vigilancia de los grupos de ultraderecha. El 11-S marcó las prioridades de las fuerzas de seguridad y los servicios secretos durante la última década. Antes eran grupos visibles que estaban en la calle. Ahora son individuos que se conectan a través de internet, pero pueden ser igual de peligrosos.

–La sociedad noruega se ha mostrado unida frente al azote terrorista. ¿Qué cree que cambiará tras el 22 de julio?
–Estamos muy conmovidos con la reacción de la calle. Este ataque ha sido dirigido contra valores como la democracia, la tolerancia, la participación. Por eso vamos a responder con más democracia, tolerancia y participación.

–Dirigentes como Merkel o Cameron han dado por muerto el multiculturalismo. ¿Cree que ha funcionado en Noruega?

–El multiculturalismo está aquí, no hay marcha atrás. Vivimos juntos y somos gentes de diferentes creencias o religiones de diferentes partes del mundo. Debemos aprender a vivir juntos, adaptarnos y resolver pacíficamente los problemas que puedan surgir a través de la inclusión, también la política. Precisamente, en Utoeya; entre el 15-20% de los jóvenes eran noruegos de origen no europeo. Y es muy importante que los nuevos inmigrantes formen parte también de la toma de decisiones. Esta idea ha salido reforzada, lo contrario de lo que buscaba Breivik.