Afganistán

Un Afganistán tutelado hasta 2024

Hace diez años, en la ciudad alemana de Bonn se sentaron las bases para un nuevo Afganistán, que emergió tras la derrota del régimen talibán. La instauración de un gobierno democrático, encabezado por un presidente electo en las urnas, promesas de reformas constitucionales y una misión internacional, bajo mandato de la OTAN, para traer la estabilidad al país centroasiático eran los principales avances para la era postalibán

El presidente afgano, Hamid Karzai, durante su discurso ayer en Bonn
El presidente afgano, Hamid Karzai, durante su discurso ayer en Bonnlarazon

ISLAMABAD- Una década después, los mismos actores internacionales vuelven a reunirse en la ciudad de Bonn con el presidente Hamid Karzai, reelegido en 2009 bajo acusaciones de fraude, para rediseñar un Afganistán sin la presencia de las tropas extranjeras.

Los desafíos del futuro de Afganistán, de cara a la retirada de las fuerzas de la OTAN en 2014, son superiores a los asumidos en el presente. La inseguridad es cada vez mayor, miles de afganos siguen viviendo bajo el umbral de la pobreza, y existe una flagrante violación de los derechos humanos, especialmente en lo que concierne a la mujer. Lo que no se ha conseguido en una década, difícilmente se podrá lograr en tres años más. Ante esta situación, la comunidad internacional no puede más que mirar con pesimismo hacia Afganistán.

Karzai es consciente de que su supervivencia depende del apoyo internacional, y que corre peligro una vez que se retiren las tropas internacionales del país. Por ese motivo, el mandatario afgano recordó ayer en Bonn que su país seguirá precisando el apoyo internacional para lograr que sea «irreversible» el proceso de transición iniciado diez años atrás y hacer del suyo «un país democrático y seguro para todos los afganos».

Para ello, se requiere la ampliación de los programas para formar a las fuerzas afganas cuando se hayan marchado la mayoría de las tropas extranjeras. Karzai necesita dos décadas de transición para traer «la transición» al país afgano. En declaraciones a «Der Spiegel», cifró en 5.000 millones de dólares el monto de la ayuda mundial necesaria hasta 2024. La comunidad internacional le sigue apoyando a pesar de la rampante corrupción de su Gobierno y las promesas no cumplidas de cambios democráticos. Como dice el refranero español, «más vale malo conocido que bueno por conocer», y bajo esta premisa, el reelegido presidente busca un tercer mandato. Como muestra del compromiso internacional con Karzai, la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, anunció que su país reanudará los pagos al Fondo de Confianza para la Reconstrucción de Afganistán, gestionado por el Banco Mundial. La Administración afgana recibirá entre 480 y 520 millones de euros en ayuda, cantidad que ha estado paralizada hasta ahora por las acusaciones de corrupción contra el «Kabul Bank». Eso sí, no faltó la ronda de reprimendas al presidente afgano. Clinton explicó que estos pagos estarán condicionados a la aplicación de reformas por parte del Gobierno de Kabul.

«Afganistán debe encabezar su propia defensa y fortalecer una democracia arraigada en el Estado de Derecho», exigió la jefa de la diplomacia estadounidense, antes de agregar que «evaluaremos los progresos y esperamos que el Gobierno sea diligente en estas reformas».

El frágil Ejército afgano

A la falta de confianza en la capacidad de la Administración afgana a la hora de gestionar las ayudas, se suma el reto de la formación de las Fuerzas de Seguridad locales para garantizar la estabilidad en la zona, un auténtico quebradero de cabeza para las tropas internacionales de la ISAF. Los instructores internacionales se enfrentan a una horda de reclutas analfabetos, drogadictos y corruptos que deben preparar para engrosar las filas de las Fuerzas de Seguridad. La formación a contra reloj conlleva el peligro de los talibanes infiltrados en los entrenamientos.

El diálogo con los talibanes debía ser uno de los asuntos importantes a abordar en la reunión, pero la ausencia de Pakistán, actor clave en el proceso de paz en Afganistán, y los intentos poco fructíferos de incluir en la delegación afgana a representantes de los insurgentes, dejó el asunto de la reconciliación en una mera declaración de buenas intenciones.

La anfitriona de la cumbre, la canciller alemana, Angela Merkel, se limitó a decir que el proceso de paz sigue siendo uno de los objetivos que «hay que conseguir en Afganistán para lograr la estabilidad». «Podemos ayudar en este proceso, pero no podemos solucionar el problema, sólo pueden hacerlo los afganos», añadió la dirigente alemana.

Los analistas consideran que la ausencia de los talibanes en la primera conferencia de Bonn fue el origen de los problemas actuales en Afganistán, que han impedido un acuerdo político entre las facciones rivales.

El avispero de Asia Central
Asia Central es un avispero en el que cualquier roce entre países puede llevar a la región al borde del abismo. La guerra de Afganistán se ha convertido en un campo de batalla entre los dos viejos enemigos: Pakistán e India. Las dos potencias regionales, con capacidad nuclear, compiten por tener ascendencia en Kabul. Los paquistaníes ven con recelo la alianza entre Nueva Delhi y Washington. Y los indios temen el doble juego de Islamabad con los talibanes.