Galicia

Aborto feminismo y violencia

Aborto feminismo y violencia
Aborto feminismo y violencialarazon

Es la diferencia entre hacer el bien o el mal. Me explico. Hace pocos días la Asociación Cultura y Mujer me invitó a dar una conferencia. Es una asociación murciana que trabaja en la formación de la mujer desde la dignidad como ser humano en todas las etapas de la vida.Mediante el programa AMUE (Ayuda a la Mujer Embarazada), se dirige a embarazadas con riesgo de exclusión social. Desarrolla un trabajo discreto pero eficaz, de ayuda directa a unas mujeres que viven en un entorno no precisamente fácil en el que sólo reciben el mensaje de que abortar es la solución a sus problemas. Si cito a esta asociación es como ejemplo de la realidad del aborto, tanto del bien que se puede hacer como de la actitud social y el talante de los poderes públicos hacia ese drama. Sin hacer valoraciones partidistas, es objetivo, por ejemplo, que Cultura y Mujer nace en Lorca, pero su actividad se desarrolla en Murcia capital, ¿la razón?: el hasta hace poco Ayuntamiento socialista le negaba las ayudas que sólo encontró en el Gobierno regional. Hay que deducir que para ciertos partidos ayudar a centenares de mujeres, con respeto a su dignidad y a la vida, no cuadra con su programa político ni forma parte de su universo ideológico. Afortunadamente iniciativas como la de esta asociación van teniendo eco en la legislación.Así, la semana pasada, las Cortes Valencianas aprobaron, con los votos del Grupo Popular, la Ley de Apoyo a la Maternidad, que había sido presentada por la Conselleria de Bienestar Social fundiendo el programa +Vida de la Generalitat con la Iniciativa Legislativa Popular Red Madre. Destaca en esta iniciativa que el no nacido sea considerado como objeto de derechos desde su concepción, se le tenga como un miembro más de la familia, así como la adopción de medidas especiales para mujeres embarazadas, en especial las que tengan algún tipo de discapacidad. También esa semana, la Asamblea Regionalde Murcia aprobó crear una red de apoyo a las embarazadas, aquí con el consenso de todos los grupos, y se anuncia que en Galicia se redactará una ley de asistencia a las embarazadas, si bien, PSOE y BNG se han opuesto, no ya por su contenido, sino porque los firmantes e impulsores son grupos «ultraconservadores» y «reaccionarios».Frente a esas iniciativas, la nueva ley del aborto sustituye la tutela penal del no nacido por lo que llama salud reproductiva: el papel del Estado es facilitar a la mujer la libre elección entre abortar o no. Para el Estado abortar no es ni bueno ni malo, es una opción y su cometido es garantizarle el ejercicio de ese nuevo derecho. Con este planteamiento podría pensarse que asociaciones como Cultura y Mujer tendrán su espacio en esa tutela de asesoramiento, pero no nos engañemos. El objetivo es normalizar el aborto, hacerlo cotidiano. Es una ley con vocación ideológica lo que explica las facilidades que da o que haya coincidido su anuncio con el de la libre dispensación de la píldora del día después. La realidad no es la de la ley, sino la oposición cierta, sorda y tenaz hacia a esas asociaciones que hacen un feminismo basado en la verdadera dignidad de la mujer y quieren ayudarla a seguir con el embarazo; la realidad es la diaria: la que le presenta a la mujer como única solución la más destructiva, tanto para ella y su dignidad como para el hijo que espera.Hay partidos o grupos del cosmos feminista que vacían de contenido moral las relaciones sexuales e inyectan sus prejuicios en el sistema educativo. Desde estas premisas sólo consideran como única política sobre la mujer la destructiva y, perdón, descerebrada idea de que mujer y dignidad equivalen a píldora del día después, aborto, métodos anticonceptivos, etc., y cuantas más facilidades haya y a edades más tempranas, mejor. Siempre he considerado que el feminismo radical, violento o de género se basa en una gran mentira antropológica, pero esta ley de fomento del aborto, de fomento de la violencia sobre la mujer me confirma que ese feminismo en realidad es una segunda marca, una coartada, machista. Me contaban en Cultura y Mujer cómo maridos, novios, amigos o lo que sea, presionan a las mujeres para que aborten. Lo que al final queda es que son ellas las que tienen que tomar ese explosivo cóctel hormonal que es la píldora del día después, las que sufren las secuelas de la anticonceptiva o moobing laboral por su embarazo; son ellas las que sufren el síndrome postaborto porque, como se ha dicho, es muy fácil sacar al hijo del útero de la madre, pero imposible sacarlo de su pensamiento. Como la pornografía o la prostitución (ámbitos inéditos para la causa del feminismo radical), en el fondo, el aborto también «es cosa de hombres»: exentos de toda responsabilidad y sin impacto sobre su salud, cuentan con la coartada que les brinda ese feminismo radical, la que le dice a la mujer que ha ejercitado su libertad, su autonomía, su dignidad.

* Magistrado